Capítulo 10: Sincronización

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Sincronización.

Qué difícil cosa.

Aprendí esa palabra en un libro en la primaria y la aprendí de nueva cuenta en mi primer año en la academia de danza como algo vivencial. Tomas fue mi compañero entonces, en las evaluaciones de pareja, y no estaba acostumbrada a tener que compartir. Sabía piezas enteras en mi memoria donde existe el pas de deux[1], pero tener que recrearlo tiene mucho que ver con ciertas otras palabras a las que no estaba acostumbrada en el ballet. Confiar, dar, recibir, soltarse, dejarse llevar pero ser consciente de lo que haces...

En realidad de lo último sí que sé. En mi familia están hechos para ello, pero no tiene un título tan largo y jamás estás seguro de que lo que sienten es sincero porque no existe un peso que te diga cuántos miligramos de cariño o fingimiento hay en un gramo de expresión de un Blackmore.

El punto es que el pas de deux sirve para conocer qué tanto de ti le das a quien te acompaña. Importa que el joven te levante tanto como el movimiento que realizas en el aire. Son cuatro pies que se mueven como dos; como una misma persona.

No puedo ver aquello.

Siento que estoy en el mejor crescendo. Que no existe cosa tal como los límites y... Cuando lo veo...; veo nada. Y el momento se desvanece. ¿Es que a Henrie no le sucede? ¿Qué ve en mí? Temo preguntar y que la respuesta no me guste, solo me angustie y me quede muda, y el tiempo pase, estemos encerrados en esta relación que no tiene sentido en mi cerebro pero sí en mi corazón porque soy así, justo como mi abuela dice que soy.

—No te veo bien.

Casi sonrío. Respondo con sarcasmo:

—Te hacen falta lentes.

—Ah, pero tus respuestas ácidas siguen allí.

Una risa era mas que bienvenida y si vienen de parte de Sandra, de las mejores bailarinas y compañeras que he tenido el placer de conocer, tanto dentro como fuera de la compañía, lo disfrutas el doble.

Ella me evaluó un segundo y decidió acompañarme sentadas en el suelo de uno de los pasillos mas alejados de la salida y de ojos curiosos.

—Lo digo por la ojeras —dice, con cierta tensión y preocupación.

Solté un severo suspiro.

—No dormí bien y creí que el maquillaje ayudaría, pero ya veo que no.

Bufa una risa.

—Tendrías que haberme preguntando y así te ahorrabas el desperdicio.

No me importaba, por lo que no respondí. Sandra juntó las rodillas y apoyó los brazos en ellas, mirándome de costado, recostada en sus antebrazos.

—Pocas veces la señorita Contreras regaña mas de dos ocasiones. Y menos amenaza con quitar puestos.

Se me contraía todo por dentro al recordar la decepción en sus ojos y la mención de usar a Lidia como protagónico y a mí como suplente.

—No ha sido un buen día.

Sandra amplía sus labios.

—Ni un buen fin de semana, por lo visto.

Reí de forma cínica.

—Otros se la ven peor.

—Tú no eres otros. Solo eres Chris.

—Tal vez cambie de nombre.

—¿Te sentirás mejor?

—Nah. —Levanté el mentón y miré a la pared opuesta a nosotras—. Seguiría siendo yo.

El Encanto de saber VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora