La semana fue agotadora.
¿Quién quiere trabajar con su familia? John diría que indudablemente se sumaba, pero su caso es uno quisquilloso y la cultura de la que proviene ha creado un ser como él que cree que los negocios familiares son lucrativos, para el alma y la ganancia a la que está acostumbrado. Y mi núcleo no está exento.
Pero no podré seguirlo suportando. El dolor de cuello se está acercando y antes de que lo sienta debo detenerme.
Debo detenerme.
¿Puedo detenerme?
—Dios, Terry... —murmuré reprochando.
Estiré mi cuerpo para despertarlo. No recuerdo cuánto dormí. Recuerdo que comí un sándwich hace tres horas donde Miramar se paseó frente a mí, con aquella petulancia impertinente pero que solo me regala especialmente y dijo un par de cosas sobre salir con un americano como ella que luce triste y que piensa, decidida, en que podrá hacerlo su amigo. Aparté la mirada de los documentos que trajo y recorrí su atuendo demasiado revelador para el clima frío de estos días. De hoy.
—Voy a suponer que vas a halagarme.
—No.
—Halágame, Terry.
—Casi suena a una orden. ¿Por qué te vistes así? ¡Hace frío! ¿Te quieres enfermar?
Ignora mis palabras con un agitación de su mano.
—No voy a soportar frío, estaré en un lugar con calefacción; relájate.
Regresé a mis papeles e imité su gesto.
—Hagamos como que no te vi.
Miraba su silueta en la periferia, acercándose. En otra oportunidad me encantaría bromear con ella, pero...
—Si lo hacemos no podrás saber que tu amor de verano está aquí, en Madrid.
—¿Tengo un amor de verano?
—No lo tengo yo, y solo somos dos en esta oficina.
Me reí y concedí un minuto para pensar en ese dichoso <<amor de verano>>. Miramar se balancea lado a lado, provocando movimiento a su falda estilo escocés muy corta, sin medias y su burla me cala profundamente en mis recuerdos del verano pasado.
No me gusta recurrir a los recuerdos de entonces, en principio por la preservación de mis sentimientos y porque ellos son amargos, fuertemente amargos, y tan dulces también que no soy capaz, al final, de desprenderme de ellos por completo. Fui rechazado dos veces por la misma mujer y me sentí de la misma manera por ella al despedirnos, pero persistí en el olvido. ¿De qué me servía remembrar? ¿Comparar? ¿Hacer lugar para quien no me lo hace? Puedo ser sincero y certero con lo que siento, pero no reincidir.
—Sí. Ella —dijo Miramar a todo mi silencio.
Eran importantes los papeles que leía, así que los continué revisando.
—Es amiga del chico con el que saldré —insiste mi hermana—. Vino por su gira y no estarán por mucho tiempo, Terry. ¿Me escuchas?
—Sí, Miramar, te escucho y creí que no lo haría y que me traerías otro sándwich.
—Tu asistente se llama Carlos y se fue, como todo el mundo, hace dos horas. —Se agacha a verme de cerca. Le arqueo mis cejas mofándome de sus tácticas intimidatorias—. Tienes que parar.
—Dile eso a nuestro padre.
Le di en la yaga, pero necesito que detenga el discurso.
—A tu padre, dirás.
Suspiré con desgana.
—Otra vez —musité y me quité los lentes de lectura—. ¿Me quieres amargar la noche?
—Al contrario, quiero que la pases bien y en serio no pierdas la oportunidad de hablarle.
—Ella misma... —me interrumpe. Común en mi hermana.
—Lo sé, fue directa pero eso pasó hace meses y no te estoy diciendo que vayas a pedirle a una cita, digo... que tener un amigo que no sean tus tres cavernícolas podría hacerte muuuuuy bien. Y tu hermana, que es dar mucho qué desear.
Sonreí y me incliné como ella, con la diferencia en que yo estoy sentado y ella de pie.
—¿Me acabas de llamar tu amigo?
Gruñe y se endereza para acomodar la minúscula chaqueta, verde con un cinturón que la cierra en su cintura.
—No se puede hablar en serio contigo.
—Llevamos hablando en serio desde que entraste. —Lancé los papeles en el escritorio y me puse en pie—. ¿Por qué no empezar con flores? Ser un espantapájaros estará bien para ti pero podría ser demandado por acoso si me presento en su hotel por tu culpa.
—¿Flores? —Se aparta para que tome mi gabardina detrás de ella—. Que sean costosas —agrega.
—¿Hay diferencia? —cuestiono con segundas.
—Las costosas son mas bonitas; ¿qué te crees? ¿Te gustaría que te den feas flores?
—Mmm, nunca me han dado flores. Te diré cuando suceda.
Recibí un jalón de orejas, pero es divertido que tu hermanita, y solo ella, te fastidie.
Nosotros no nos criamos juntos. Conocí a Miramar en la boda de su mejo amigo por insistencia mía. No fue el mejor momento y recibí varios insultos; unos me los merecí y otros no tanto, pero dejé que descargara lo que sentía por nuestra familia en las vacaciones y la puse en la orilla con tal de que accediera; lo hizo y no me enorgullece aceptar que su decisión de permanecer lejos fue la mejor.
El que hoy, luego de casi dos años, estemos en este punto en el siempre quise estar ha sido un regalo que no sé si merezco. Pero ver a mi hermana conmigo logra que olvide mis remordimientos.
—¿Te dejo con tu víctima? —propuse de camino al estacionamiento. Seguía creyendo que va muy descubierta para el clima, pero ya la veré estornudar como tonta por querer apantallar, sin razón alguna.
—Sí —sonríe cual granuja—. Lo haré feliz. Yo también necesito un amigo que no sea mi hermano.
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Holaaa
Lo sé; está corto pero ya vendrá el siguiente.
Gracias por leer :)
Liana
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El Encanto de saber Volar
Lãng mạnChristina Blackmore. ¿Quién es ella? Pudo decidir ir al espacio, construir casas o escribir un libro. Para ella los límites no existían respecto a sus capacidades e hizo bien en usarlas a su antojo hasta volverse quien es hoy: una buena hija y leal...