Capítulo 36: Amar

39 4 2
                                    

Viajar de España a Londres fue rápido y necesitaba que lo fuese

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Viajar de España a Londres fue rápido y necesitaba que lo fuese. Mi cita con el director del Royal Ballet apenas me permitió dormir y un vuelo lento sería lo peor para mí.

Soy una novedad. Una americana que quiere formar parte del ballet de la ciudad de Londres. Por qué querrían aceptarme con el innegable talento que ya poseen, es lo que vengo a presentar y defender, si es necesario. Ser convincente en una entrevista no es suficiente para un bailarín y menos para un director que fue una de las figuras en las que te fijabas para ser como él, tanto como la señorita Contreras. Ella es, además de mí, una de mis balsas y no creí necesitar una. Incluso el tenerla es una derecho que solo tendría un heredero.

Melinda Contreras fue clara conmigo. Dejar mi lugar en Nueva York puede no verse bien, pero si esto es un intercambio en que Londres gana en vez de perder, la oportunidad será mía. Ella no tiene el poder de convencer sobre quién soy, aun así estará preparada para la llamada que vendrá de Jared Georgianni en lo que abandone su oficina.

—Habrías sido una espectacular principal bailarina invitada. Pero lo que hagas, Chris, espero que te lleve a donde has querido y te llene mucho más.

Yo también.

Con tanta fuerza como sostengo mi bolso y mis sueños, que estaban cumplidos, pero se le añadieron otros y voy a hacerlo funcionar. No asumo opción distinta.

Mi cita este día es una sorpresa, o fue lo que me dieron a entender. Las audiciones no serán hasta dentro de un par de semanas incluidas las entrevistas. Venir es un riesgo, pero no me negué a dar los motivos por los que una de las cinco mejores compañías de Ballet del mundo no me tendrá como bailarina después de dedicarle años.

Le dicté la dirección al taxi peculiar en que me trasladé al edificio que alberga la oficina de Jared Georgianni. Un espacio como un consultorio, con su recepción, espacio para esperar y la oficina. Saludé al recepcionista caballero y, claro, mi cita está programada para dentro de unos minutos. Me ofreció esperar sentada e iba a hacerlo, con tacones de siete centímetros sentarse suena bien, pero mi espanto pudo más conmigo que el cansancio físico y mental.

Katerina Kuznetzova está en el mismo piso que yo y luciendo como debe ser mi imagen de horrorizada.

Y está saliendo de la oficina del señor Georgianni, director del Royal Ballet.

—Buenos días, señorita Blackmore —anunció Georgianni con una sonrisa y miró a Katerina, que no apartaba su vista de mí—. Gracias por venir, Katerina.

Ella elevó sus rubias cejas y tuvo que haber murmurado su respuesta porque no la oí. Me distraje apropósito mirando un cuadro sin fondo sobre el sofá de espera y hasta no saber que cruzó por mi lado y me dio un escueto saludo que regresé en la misma tónica, no observé al señor Georgianni.

—Pasa, por favor —se hizo a un lado y obedecí lamiendo mis labios en el proceso.

Oí cerrarse la puerta y me puse cómoda. Entraba suficiente luz para encandilar, aunque Londres y luz solar no van juntos. Evité cruzar mis piernas y coloqué mi bolso en la silla contigua.

El Encanto de saber VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora