Capítulo 40: Cumpleaños

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Debo admitir algo: tener una rival te hace esforzarte.

No sé qué tipo de juego o rompecabezas hay en la cabeza de la única bailarina rusa de la compañía, pero cumple una función loable de la que ella no se percata. Cuanto menos, no está encima de mí desde esa agradable charla que tuvimos. Se centró en ser la mejor y yo también, lo que tiene mas que encantado al director artístico.

Mis días se reducían en despertar temprano, entrenar, tener un buen desayuno nutritivo que aporte la suficiente energía para soportar hasta el almuerzo, repetir ese proceso con proteína y vegetales, salir de la compañía a mediados de la tarde, comer una ligera merienda y pretender que no me está agotando viajar casi tres horas ida y vuelta.

El mes de octubre estaba por finalizar y Terry me dio aviso de una celebración familiar que acostumbran para festejar el día de brujas. En una fecha como esa hace unos años se realizó una pequeña pieza representativa de ese día en la compañía de Nueva York para apoyar a un par de asociaciones que se unieron con el fin de juntar fondos para entregar comida y dulces a niños y adolescentes poco privilegiados. La comparación es absurda si no sé con lo que vaya a encontrarme, pero no pude decirle que no. Realmente, con las ocupaciones de Terry estaba sorprendida de que me hablara de celebrar cuando vernos y a su familia no ha sido fácil, o elegible.

¿A qué se debía esto?

—¿No puedes dormir?

Miré hacia arriba, en donde Miramar se detenía y regresé a ver afuera. El clima está bien para ser octubre. Aun me cuesta acostumbrarme a que el frío tiene ciertas diferencias. Convivir con otra persona sigue siendo algo nuevo. Sin embargo, lo extraño para mí es que a ello dedico poco de mis pensamientos.

—Mañana vas a quejarte por dormir poco —me recuerda.

—No importa.

Me importa, sí. Pero qué puedo hacer si mi cuerpo se niega a descansar. No voy a pelear contra él y cederé. Lo máximo que puedo perder será un buen día mañana y todo dependerá de cómo vaya a afrontarlo.

—¿Quieres tener una... charla de chicas? —Su cautela era graciosa, casi tierna.

La vi bajar las escaleras y pasearse por la cocina, su lugar favorito además de una oficina.

No me corté en hacer de esto un chiste:

—No suena que te gusten las charlas de chicas, Mima.

—No seas tan burlona o quitaré mi ofrecimiento desinteresado.

Reí y no respondí de inmediato a tal ofrecimiento. Miramar se quedó unos momentos digiriendo mi silencio y se dio la vuelta para abrir y cerrar gavetas.

—¿Te puedo ofrecer algo?

Miramar es una persona con matices, unos mas agradables que otros; algunos, a los que no les tengo nombre, pero es sencillo vivir con quien es honesto si eres honesto en la misma medida.

—Me serviría mucho esa charla de chicas.

Se mantuvo quieta y miró encima de su hombro hacia mí.

—¿Me das cinco minutos?

—Solo cinco.

Trasteó e hizo todo el ruido que harías al preparar cereal con leche y se sentó en uno de los sillones. Yo estoy en un pequeño mueble pegado a la ventana.

—Y... ¿adivino?

—No te costará mucho.

Comió tres cucharas e hizo ruido en el proceso antes de darme una respuesta.

El Encanto de saber VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora