Capítulo 12: Puntos suspensivos

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Esto será fuerte.

Será duro.

Pero es necesario.

La mañana del día de la presentación que hemos estado planeando Alica y yo para la nueva campaña de publicidad está siendo perturbadora. Me encontraba decidiendo qué usar y cómo he de peinarme. Parece un asunto superfluo si lo comparo con el discurso que saldrá de mi boca, pero es tan importante como ello y me tomó un buen tramo de tiempo, en el que ya debía tener el estómago lleno.

Desayuno, fuera.

Alica conducía y repasábamos unas cuantas ideas fortuitas, de ambas, para descifrar si es conveniente agregarlas a último minuto. Pero no. Lo que es lo que hay y debíamos confiar en que el trabajo de este mes fue entero, y no solo suficiente.

Nos perdimos una a la otra en el edificio. Ella fue a su oficina y de ahí a la sala de reuniones. Por mi parte, fui al baño; los nervios me suelen pegar por mi vejiga.

Mas confortada y deseosa de empezar, lavé bien mis manos y me asomé fuera del baño, para encontrar a un caballero saliendo del de hombres, frente al de damas.

—Buenas días —dije y procedí a marcharme, pero me quedé lívida con su respuesta.

—¿Alica?

Di una vuelta parcial hacia él y no sabía qué hacer o decir.

Pero a Terry no le sucedió lo mismo. Sonreía con extrañeza y desconfianza, conmigo; a pesar de ello sus ademanes para andar y girar la cabeza a los lados fue precisa y congruente con lo poco que conozco de él.

—¿Qué haces aquí? —escudriña con un detalle en su tono. Como si lo supiera.

—Trabajo aquí —susurré, buscando. Buscando qué hacer.

—¿Ah, sí? —Lo tengo que seguir con mis ojos porque está caminando a mi derecha. Doy la vuelta, persiguiendo sus andanzas, hasta que regresa a donde estaba al principio—. Mmm...

—¿Y tú qué haces aquí?

—Vine a una reunión.

—¿Qué reunión?

Eleva sus cejas por lo imperiosa de mi pregunta.

—Con Will Blackmore y algunos de los miembros de su gerencia. ¿Por qué tanto interés?

Nos salva —o nos condena— el sonido de unos tacones que vienen corriendo. No pierdo de vista a Terry, ni él a mí, mientras hacen acto de presencia.

—Por fin te encuentro. —Esa es Georgia.

Aparto la mirada y me centro en ella.

—¿Ha empezado?

—Por poco.

—Tranquila. Voy para allá.

—No empiezan aún porque esperan el señor Terious Burgeos Ruiz Palacios.

—¿A quién? —pregunté e hice un recuento mental de todos los invitados a la reunión, recordando también lo que Terry me acaba de decir. Pedí, calmando mi voz—. Gracias. Dame cinco minutos.

Asiente y mira unos momentos a mi acompañante.

—No tardes, Christina.

La veo desaparecer tras una esquina a la izquierda. Me vuelvo a explicar que tengo que irme, pero Terry irrumpe en una tonalidad inflexible.

—Tu nombre no es Alica.

La vergüenza no me permitía hablar con la soltura que tendría en otras circunstancias, pero tuve que forzarme a pronunciar una palabra aunque sea.

El Encanto de saber VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora