Te mudaste...
Perdona a mi hermana. Hace unos días fue a entregar su carta de renuncia y cuando dijo que se iría contigo me asusté. La obligué a contarme a dónde irían y el alivio que sentí fue inmenso, tan grande como el vacío que siento al no vernos o hablar. Pero sé que lees estos mensajes y eso me consuela.
Y en esta acción de gracias, doy gracias porque vi a una chica sentada sola en un bar playero y fui como ella me llama: un osado. No me arrepiento.
***
Es primero de diciembre. ¿Ya ha caído nieve en tu nuevo apartamento?
Intenté persuadir a Océano; no lo logré, así que me queda seguir esperando. ¿En qué piensas?
***
Estoy esperando, Chris.
Sé que no estás molesta, al menos no por lo que creía.
No quiero ser obstigante pero no puedo evitar pensar que si no lo intento lo suficiente vas a tener una idea equivocada sobre lo importante que eres para mí.
¿Podemos vernos?
Bloqueé el teléfono y dirigí mis ojos hacia Katerina. ¿Qué fue lo que dijo?
—Perdón, ¿podrías repetir?
Ella frunce sus rubias cejas y me extiende la mano.
—Si no vas a ser la mejor, ¿por qué ser bailarina, Christina?
Bufé y no le di lo que me pertenece para hacerla sentir conforme con que tenga la razón. Fui yo quien le pidió que viera una parte de la pieza que me toca ejecutar y ella dijo que sí. No desperdiciaría la oportunidad de aprender de Katerina, pero su filosofía es que no hay nada mas importante que el ballet y aquello no va conmigo. Tengo otras cosas igual de importantes. No tendría esa discusión con la rusa.
Sin embargo la respeto. Guardé el aparato en mi bolso y le ofrecí disculpas. Katerina sonríe poco, pero que la obedezcan la tiene conforme. Como ahora.
—Empecemos de cero. Tengo una hora; aprovéchala.
Y la aproveché.
Lo que no aproveché fueron las compras. La idea de ir cuando muchas personas están comprando frenéticamente por ser temporada luego de horas de estiramientos, calentamientos y bailar me atraía casi tanto como a Miramar ir a comprar después de salir de la oficina. Nos escribimos y la esperaría afuera del edificio en que trabaja para ir a cenar, en un parque precioso al que decoraron con luces y figuras navideñas.
Una característica de Londres es que en él no existe la nieve perpetua, siempre está esa insistente y prevenida lluvia o la neblina que la acompaña. Entrar en un parque, por hermoso que sea, es mojarse. Pero esta tarde no hay humedad y las nieve no ha sido borrada del todo, aunque hay aceras cubiertas por agua congelada. Me senté a esperar a Miramar, a la que vería llegar de lejos pues notaba la puerta del edificio y como salían los que en él laboran.
Mar encontró este empleo de un momento al otro. Apenas se postuló por Internet con su nueva residencia y se corrió la voz de que había renunciado a su anterior puesto y obtuvo varias llamadas junto a correos electrónicos con ofertas jugosas. Teniendo de dónde escoger, tomó la que mas le convenía y con los gastos que tenemos fue un soplo de aire a este mes caótico, pero de belleza sin igual.
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El Encanto de saber Volar
RomanceChristina Blackmore. ¿Quién es ella? Pudo decidir ir al espacio, construir casas o escribir un libro. Para ella los límites no existían respecto a sus capacidades e hizo bien en usarlas a su antojo hasta volverse quien es hoy: una buena hija y leal...