Mi nivel de desesperación podría hacerme sudar.
Mas bien: eso hago.
Cumplí el reír de alguna cosa que dijo Miles a Cameron pero pregúntenme si lo oí. Pregúntenme si mis ojos no se dirigen continuamente a la entrada del bonito, verde y elegante salón al que fuimos invitados para una cena donde conociéramos de cerca al público elitista y a unos pocos afortunados que se han enchufado, aunque no sabemos quién es quién. Creo. Me podría equivocar.
Como con Terry.
Estarme preguntando seguido por el paradero de alguien que no sea Henrie me supo traicionero, una prohibición fatal ubicada solamente en mi conciencia, de resto sigo creyendo que puedo libremente sentirme molesta por suponer que me han mentido.
—¿No deberías de estar feliz?
—¿Cómo?
Cameron, de mis compañeros mas herméticos y reservados, me divisa con guasa y bebe un trago de un ponche realmente bueno pero no sé que trae, que nos sirvieron mientras vivimos el momento <«hora de que nos conozcan» que ha consistido en aceptar las felicitaciones, preguntas interesantes e imprudentes de cómo logramos movernos del modo en que lo hacemos o qué tantas esteroides o qué se hace para levantar el peso de una bailarina que suele estar entre los cuarenta y cinco a cincuenta y siete kilos, hasta plantar una sonrisa autómata en lo que alguien pasa a nuestro lado.
Él vuelve a hablarme.
—Feliz, Chris. Estás mas cerca de convertirte en una estrella.
—Ya lo es —interviene Miles y guía mi ponche entero a mis labios. No lo pienso y bebo un trago—. Relájate. Disfruta un poco, Henrie estará bien.
—No estoy preocupada por Henrie.
—Entonces, ¿a quién buscas?
Hice un gesto con la mano.
—A nadie.
Miles ríe y le lanzo una mirada que finge ser enervada.
—Me llegó el rumor de un arreglo de un admirador que podría estar aquí.
—Dirás un chisme directo que te hizo llegar Lidia.
—¿Y qué tiene de cierto?
—No existe un admirador secreto si no hay secreto. Sé quien es y... me siento tonta por querer verlo.
—Suena jugoso —dice Cameron y choco mi copa con la suya, porque lo es—. ¿Cómo es? Te damos una mano y te tomas mas de un copa, por favor.
Les describí como pude su apariencia física, pero no lo he visto en varios meses, ¿qué sé yo si algo cambió? Pero de lo que estoy segura es que su persona sigue siendo igual porque me sigue despertando las mismas sensaciones, solo que ellas están siendo amplificadas. Exactamente como se amplifican los nervios.
Termino el ponche y no declino el vaso que Cameron me extiende. Ellos creen que no me fijo que luchan por conversar para no aburrirse. Se torna monótono el tema de nosotros, no porque no haya vanagloria y gratificación en lo que hicimos, entendemos lo grande que es Giselle, lo grande que es que ella fuera traspasada de un continente al otro y que no ha habido otra compañía en este año que hiciera lo que la nuestra, sin embargo es una respuesta ensayada la que das después de tantas veces, no importa qué tan especial sea, y es.
—Dijiste que tiene un rostro anguloso, pero no mencionaste nada de candados.
Le doy una larga mirada. Él mira encima de mi hombro.
—No veo a dónde te diriges.
—Que estoy viendo a un hombre como lo describiste pero éste tiene una barba en forma de candado y está caminando muy decidido hacia acá. ¿Quieres estar sola?
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El Encanto de saber Volar
RomansaChristina Blackmore. ¿Quién es ella? Pudo decidir ir al espacio, construir casas o escribir un libro. Para ella los límites no existían respecto a sus capacidades e hizo bien en usarlas a su antojo hasta volverse quien es hoy: una buena hija y leal...