LIBRO SEGUNDO. El navío Orion

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I

EL NÚMERO 24.601 SE CONVIERTE EN ELNÚMERO 9430


Jean Valjean había sido capturado de nuevo.

El lector nos agradecerá que pasemos rápidamente sobre los detalles dolorosos. Nos limitaremos pues a transcribir dos sueltos publicados por los periódicos de aquella época, algunos meses después de los sorprendentes acontecimientos ocurridos en Montreuil-sur-Mer.

Estos artículos son algo sumarios. Recordaremos que en aquella época no existía aún la Gaceta de los Tribunales.

Tomamos el primero del Drapeau Blanc. Lleva fecha del 25 de julio de 1823:

Un distrito del departamento de Pas-de-Calais acaba de ser teatro de un acontecimiento poco común. Un hombre extraño al departamento, y llamado Madeleine, había dado gran impulso, de algunos años a esta parte, gracias a unos nuevos procedimientos, a una antigua industria local, la fabricación de azabaches y abalorios negros. En ella había hecho su fortuna, y a decir verdad, la del departamento. Como justo reconocimiento a sus servicios, fue nombrado alcalde. La policía ha descubierto que este Madeleine no era otro que un antiguo forzado escapado de presidio, condenado en 1796 por robo, y llamado Jean Valjean. Jean Valjean ha sido reintegrado a presidio. Parece ser que antes de su detención había conseguido sacar de casa del señor Laffitte una suma de más de medio millón que tenía colocada allí, y que por otra parte, según se dice, había ganado legítimamente en su comercio. No se ha podido saber dónde ha ocultado esta suma Jean Valjean, después de su entrada en el presidio de Tolón.

El segundo artículo, un poco más detallado, está extraído del Periódico de París, de la misma fecha:

Un antiguo forzado liberado, llamado Jean Valjean, acaba de comparecer ante los tribunales del Var, en circunstancias propias para llamar la atención. Este criminal había conseguido engañar la vigilancia de la policía; había cambiado de nombre y había conseguido ser nombrado alcalde de una de nuestras pequeñas ciudades del norte. En esta ciudad había establecido un comercio bastante considerable. Por fin, ha sido desenmascarado y detenido, gracias al celo infatigable del Ministerio Público. Tenía por concubina a una mujer pública que murió de terror en el momento de su arresto. Este miserable, dotado de una fuerza hercúlea, había conseguido evadirse; pero tres o cuatro días después de su evasión, la policía le apresó nuevamente, en París, en el preciso instante en que subía a uno de los pequeños carruajes que hacen el trayecto de la capital a la aldea de Montfermeil (Seine-et-Oise). Dicen que había aprovechado estos tres o cuatro días de libertad para entrar en posesión de una suma considerable, colocada por él en casa de uno de nuestros principales banqueros. Se evalúa esta suma en seiscientos o setecientos mil francos. Si hemos de dar crédito al acta de acusación, debe haberla escondido en un sitio conocido sólo por él, y no se ha podido dar con ella. Como quiera que sea, el tal Jean Valjean acaba de comparecer ante los tribunales del Var como acusado de robo en despoblado a mano armada, cometido hace alrededor de ocho años contra la persona de uno de esos honrados niños, que como dijo el patriarca de Ferney en versos inmortales:

... De Saboya vienen cada año,

para deshollinar con diestra mano

los largos tubos de las chimeneas.

Este bandido ha renunciado a defenderse. Ha sido establecido por el hábil y elocuente Ministerio Público que el robo fue cometido en unión con otros cómplices, y que Jean Valjean formaba parte de una banda de ladrones en el Mediodía. En consecuencia, Jean Valjean, declarado culpable, ha sido condenado a la pena de muerte. Este criminal se ha negado a entablar el recurso de casación. El rey, con su inagotable clemencia, se ha dignado conmutar su pena por la de trabajos forzados a perpetuidad. Jean Valjean fue conducido inmediatamente al presidio de Tolón.

No se habrá olvidado que Jean Valjean tenía en Montreuil-sur-Mer costumbres religiosas. Algunos periódicos, entre otros el Constitutionnel, presentaron esta conmutación de pena como un triunfo del partido clerical.

Jean Valjean cambió de cifra en presidio. Se llamó el 9430.

Por lo demás, digámoslo de una vez para siempre, la prosperidad de Montreuil-sur-Mer desapareció con el señor Madeleine; todo lo que había previsto en su noche de delirio y de dudas se verificó; faltando él, faltó el alma de aquella población. Después de su caída, se produjo en Montreuil-sur-Mer ese reparto egoísta de la herencia de los hombres caídos, la fatal desmembración de las cosas florecientes que se efectúa todos los días oscuramente en la comunidad humana, y que la historia sólo ha consignado una vez, porque se hizo después de la muerte de Alejandro. Los tenientes se coronan reyes; los contramaestres se convierten en fabricantes. Surgieron las rivalidades envidiosas. Los vastos talleres del señor Madeleine fueron cerrados; los edificios se arruinaron, los obreros se dispersaron. Unos abandonaron la región, y otros abandonaron el oficio. Desde entonces, todo se hizo en pequeño, en lugar de hacerse en grande; para el lucro, en lugar de hacerse para el bien. Ya no hubo centro, la competencia y el encarnizamiento aparecieron por todas partes. El señor Madeleine lo dominaba y dirigía todo. Cuando él cayó, cada uno se fue por su lado; el espíritu de lucha sucedió al espíritu de organización, la aspereza a la cordialidad, el odio de unos contra otros a la benevolencia del fundador para todos; los hilos atados por el señor Madeleine se enredaron y se rompieron; falsificaron los procedimientos, se envilecieron los productos, se mató la confianza; las exportaciones disminuyeron, hubo menos pedidos, bajó el salario, los talleres se cerraron y pronto llegó la quiebra. Y por lo tanto, nada para los pobres. Todo se desvaneció.

El Estado mismo se dio cuenta de que alguien había sido arruinado en alguna parte. En menos de cuatro años, después de la sentencia del tribunal estableciendo la identidad de Madeleine y de Jean Valjean, y de su envío a presidio, los gastos de percepción de impuestos se habían duplicado en el departamento de Montreuil-sur-Mer, como observó el señor de Villèle en la tribuna, en el mes de febrero de 1827.

Los Miserables II: CosetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora