DONDE SE VERÁ EL ORIGEN DE LAFRASE: «NO PIERDAS LA CÉDULA»
Veamos qué era lo que pasaba encima del ataúd en que yacía Jean Valjean.
Cuando el carro fúnebre se alejó, cuando el sacerdote y el monaguillo hubieron subido al coche y partieron, Fauchelevent, que no quitaba los ojos del enterrador, le vio inclinarse y empuñar la pala que estaba clavada verticalmente en el montón de tierra.
Entonces tomó una resolución suprema.
Se colocó entre la fosa y el enterrador, cruzó los brazos y dijo:
—¡Yo pago!
El enterrador le miró asombrado y respondió:
—¿El qué, campesino?
Fauchelevent repitió:
—¡Yo pago!
—¿El qué?
—El vino.
—¿Qué vino?
—El de Argenteuil.
—¿Dónde está ese Argenteuil?
—En el Buen Membrillo.
—¡Vete al diablo! —dijo el enterrador.
Y arrojó una paletada de tierra sobre el ataúd, que resonó con ruido sordo. Fauchelevent se sintió tambalear y a punto de caer en el hoyo, y gritó con una voz en la que empezaba a manifestarse la opresión de la agonía:
—¡Camarada, antes de que cierren el Buen Membrillo!
El enterrador cogió una nueva paletada de tierra. Fauchelevent continuó:
—¡Yo pago!
Y cogió por el brazo al enterrador.
—Escúchame, camarada. Soy el enterrador del convento. Vengo para ayudaros. Empecemos por beber un trago. La tarea podemos dejarla para más tarde.
Y mientras hablaba, y se agarraba a esta insistencia desesperada, hacía esta lúgubre reflexión: «Y cuando haya bebido, ¿se emborrachará?».
—Campesino —dijo el enterrador—, si lo queréis absolutamente, consiento en ello. Beberemos. Pero después del trabajo; antes, de ninguna manera.
Y levantó la pala. Fauchelevent le detuvo.
—¡Argenteuil de a seis!
—¡Ah! —dijo el enterrador—. Sois campanero. Din don, din don; no sabéis más que decir esto. Andad, id a tocar.
Y arrojó a la fosa la segunda paletada.
Fauchelevent llegó al extremo en que un hombre ya no sabe lo que dice.
—¡Vamos a beber! —gritó—. ¡Yo soy el que paga!
—Cuando hayamos enterrado a la joven —dijo el enterrador.
Y echó la tercera paletada.
Después clavó la pala en la tierra y añadió:
—Mirad; va a hacer frío esta noche, y la muerta nos lo recordaría si la dejáramos sin tapar.
En ese momento se encorvó para dar una palada y el bolsillo de su blusa se abrió.
La mirada extraviada de Fauchelevent cayó maquinalmente sobre ese bolsillo y se detuvo.
El sol aún no se había escondido en el horizonte; había aún la suficiente luz como para poder distinguir una cosa blanca en el fondo de aquel bolsillo abierto.
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Los Miserables II: Cosette
Historical FictionEsta segunda parte, se abre con la épica recreación de la batalla de Waterloo. Posteriormente, veremos a Cosette rescatada de las garras de la pareja Thénardier, así como los esfuerzos de Jean Valjean por eludir el acoso del policía Javert, que los...