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 ORIGEN DE LAADORACIÓN PERPETUA


Por lo demás, el locutorio casi sepulcral del que acabamos de hablar es un hecho local que no se reproduce con la misma severidad en otros conventos. En el convento de la calle del Temple, que era de otra orden, es verdad, los postigos negros estaban reemplazados por cortinas oscuras, y el mismo locutorio era un salón bien entablado, cuyas ventanas tenían cortinillas de muselina blanca y cuyas paredes admitían toda clase de cuadros; un retrato de un benedictino con el rostro descubierto, floreros pintados y hasta una cabeza de turco.

En el jardín del convento de la calle del Temple estaba aquel castaño de Indias que pasaba por ser el más hermoso y más grande de Francia, y que tenía fama entre el pueblo ingenuo del siglo XVIII de ser el padre de todos los castaños del reino.

Ya hemos dicho que el convento del Temple estaba ocupado por benedictinas de la Adoración Perpetua, distintas de las que dependían del Císter. Esta orden de la Adoración Perpetua no es muy antigua, y se remonta sólo a unos doscientos años. En 1649, el Santísimo Sacramento fue profanado dos veces, a pocos días de distancia, en dos iglesias de París, en Saint-Sulpice, y en Saint-Jean, en Grève, sacrilegio horrible y grave que conmovió a toda la ciudad. El señor prior, vicario mayor de Saint-Germain-des-Prés, ordenó una procesión solemne de todo su clero, en la cual ofició el nuncio del papa. Pero la expiación no bastó a dos dignas damas, la señora Courtin, marquesa de Boucs, y la condesa de Châteauvieux. Este ultraje, hecho al «muy augusto sacramento del altar», aunque pasajero, no se borraba del alma de aquellas dos santas mujeres, y les pareció que no podía ser reparado de otro modo que por una «Adoración Perpetua» en algún monasterio de monjas. Ambas, una en 1652 y otra en 1653, hicieron donación de elevadas sumas a la madre Catherine de Bar, llamada del Santísimo Sacramento, religiosa benedictina, para fundar, con este objeto piadoso, un monasterio de la orden de San Benito. El primer permiso para esta fundación fue dado a la madre Catherine de Bar por el señor de Metz, abad de Saint-Germain, «a condición de que no pudiese ser recibida ninguna joven que no llevase trescientos francos de renta, que hacen seis mil francos de capital». Después del abad, el rey concedió reales cédulas, y todo reunido, las licencias reales y las abaciales, se registró en 1654 en la Cámara de Cuentas y en el Parlamento.

Tal es el origen y la consagración legal del establecimiento de las benedictinas de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento en París. Su primer convento fue «edificado de nuevo» en la calle Cassette, con las donaciones de las señoras de Boucs y Châteauvieux.

Esta regla era distinta de las que seguían las benedictinas llamadas del Císter, y dependía del abad de Saint-Germain-des-Prés, del mismo modo que las monjas del Sagrado Corazón dependen del general de los jesuitas, y las Hermanas de la Caridad del general de los lazaristas.

Era también completamente distinta de la orden de las bernardinas del Petit-Picpus, cuyo interior acabamos de describir. En 1657, el papa Alejandro VII autorizó por breve especial a las bernardinas del Petit-Picpus a practicar la Adoración Perpetua, como las benedictinas del Santo Sacramento. Pero no por ello las dos órdenes habían dejado de ser distintas.

Los Miserables II: CosetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora