Lo que nos pasa...

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Cuando Blas me abraza al abrir la puerta de mi casa siento felicidad. Es como si el mundo se volviera a poner en su sitio cuando siento que sus brazos me rodean.

-¿Cenamos? -dice con una enorme sonrisa-, tengo hambre.

Recoge la bolsa que ha dejado en el suelo al entrar y va a la cocina donde empieza a colocar todo en platos.

-En realidad no es hambre -me mira-, son ganas de estar contigo.

El estómago se me encoge al oírlo. Son cosas que nunca me ha importado que me las diga, pero hoy todo es diferente cuando me habla. Intento que no se note que mis nervios se están despertando.

-¿Me has echado de menos? -bromeo-, te puedes mudar si quieres -le saco la lengua-.

-A Álvaro le daría un infarto -ríe mientras acerca a mi boca una patata frita larguísima-, ¿te imaginas?

La atrapo entre los dientes y Blas muerde el trozo que queda fuera de mi boca. Me mira fijamente a escasos milímetros de mis labios. Trago la patata sin masticar.

-Si me dices que te excito me caso contigo ahora mismo -susurra-.

Nuestros alientos se confunden y cierro los ojos.

-Estarás de coña Blas...

Me rodea la cintura con delicadeza. Ojalá me excitara, porque el resto de las sensaciones buenas del mundo me las provoca todas.

-Sería genial -sonríe y me da un beso en la nariz-.

Coge los platos de la encimera, me los da y el se ocupa de las copas y el vino. Nos acomodamos en el sofá quizá demasiado juntos.

-¿Tu crees que puedes traer comida rápida y acompañarla con este vino? -me burlo señalando la botella mientras él lo sirve-.

-La ocasión merece este gran vino, la comida me da igual -sonríe y choca las copas-, ayer tuve la mejor noche de mi vida y quiero celebrarlo.

No aparta sus ojos de los míos mientras bebe. Su mirada es intensa, brillante y su sonrisa hoy es distinta...está increíblemente guapo. Le acaricio la cara.

-Eres el tío más guapo que conozco Blas, pero lo mejor es lo que los demás no ven, me siento una privilegiada.

Apoya su cara en mi mano con gesto mimoso.

-El privilegio de verme desnudo no lo tiene cualquiera, desde luego -ahoga su risa en la copa de vino-.

-¡Blas joder! -digo muerta de risa-, ¡que hablo en serio!

-¡Y yo! -ríe a carcajadas-.

Cuando su risa es tan sincera me encanta. Hoy le veo tan felíz, que doy por bueno todo lo que nos tenga que atormentar a partir de ahora, porque seamos sinceros, acostarnos los tres juntos lo ha cambiado todo. Para mí por lo menos sí y estoy a punto de averiguar si para Blas también.

-Blas...-jugueteo con sus dedos-, ¿podemos ser tan sinceros como siempre?

-Siempre lo hemos sido -entrelaza sus dedos con los míos-, el problema es que nunca hemos hablado de sentimientos entre nosotros, sino hacia Álvaro...y no es fácil.

-Sí hemos hablado de lo mucho que nos queremos -me acurruco en su hombro y muevo la cabeza hasta que pasa el brazo por detrás de mí y me acerca a su pecho-, no mientas.

Me coge de la barbilla y levanta mi cabeza. Otra vez siento que su mirada me atrapa y se crea un clima demasiado íntimo entre nosotros.

-No es lo mismo lo que te quería ayer que lo que te amo hoy...

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora