Hermanos

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-¡Ay, con cuidado Álvaro! -protesto-.

-Te ha dado un buen golpe -ríe-, el hielo te calmará.

-Ese puñetazo era para ti y lo sabes -sonrío dolorida-.

-Gracias por salvarme -se burla-.

Me acaricia el pelo mientras sujeta el hielo envuelto en un paño sobre mi pómulo sentados en la cama. La cara me arde, pero estoy tan orgullosa de mí misma que siento que voy a explotar.

-Lo mejor de todo ha sido su cara cuando me has cogido en brazos para traerme aquí...-río-.

Álvaro ríe y se muerde el labio mientras niega con la cabeza.

-Enseñarle el dedo corazón agarrada a mi cuello ha sido una maldad gratuíta.

-Que se joda. Ha tenido suerte de que David no la haya soltado, porque le iba a dar lo suyo.

-¿De dónde te ha salido esa vena macarra? -no deja de reírse-, me das miedo.

-Creo recordar que Andrea os lo advirtió, tendrías que haber estado más atento aquel día...

Aparta el paño de mi mejilla y va depositando pequeños besos sobre la contusión. Me calma más que el hielo. Sigue despacio hasta llegar a la comisura de mis labios.

-Sé lo que dijo y hasta tu cara al oírlo -susurra mirándome-, no pude quitarte los ojos de encima durante aquella comida.

-Temblabas pensando que se lo iba a contar a Celia, ¿eh? -alzo las cejas-.

-Dios -se tapa la cara con la mano-, lo pasé fatal...pero no fue por eso. Pensaba que nunca querrías nada conmigo y yo creo que ya estaba enamorado de tí.

Me besa con dulzura pero tras unos segundos no puedo contener la risa. Tuerzo el gesto del dolor.

-Si me habías conocido dos horas antes Álvaro, por favor, mejor dí que te ponía mucho.

-Eres idiota, ¿sabes? -me acaricia la cara muerto de risa-, pero tienes toda la razón, te hubiese llevado al baño encantado.

-Eres un cerdo -río-.

-Ojalá lo hubiera hecho...-coge mi mano y la pone sobre su incipiente erección-, pero te puedo compensar ahora mismo -susurra en mi oído-.

-Álvaro... -aprieto mi mano bajo la suya y le muerdo el labio con suavidad-, ¿en serio?

-Es que verte gritándole todo eso a la cara ha sido demasiado -ríe-. Pero no puede ser -vuelve a poner el hielo sobre mi mejilla y doy un respingo-, los chicos están a punto de venir.

No tardamos ni un minuto en escuchar la puerta y dejamos entre nosotros una distancia prudencial. Aparece Blas que se tira sobre la cama a mi lado. Tras él Carlos, Dani y David que se sientan a los pies.

-Menudo numerito -ríe Blas-, hasta le han tenido que dar un calmante, ¿tu como estás?

-Me duele -hago un puchero-, pero con un poco de maquillaje lo curamos.

-Estoy muy orgulloso de tí -me da un beso en la frente-.

Carlos, Dani y David nos miran expectantes. Álvaro resopla y se rasca la nuca. Coge mi mano y la pone sobre el hielo.

-Chicos -se sienta más cerca de ellos-, lo que os voy a contar no puede salir de aquí, ¿vale?

Los tres asienten. Blas agarra mi barbilla para que le mire.

-¿Qué te parece si vamos a ver si arreglamos este desastre en tu cara? -susurra-, no quiero escuchar esta historia otra vez.

Miramos a Álvaro que adivina nuestras intenciones.

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora