Imsomnio

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Son las cinco de la mañana y no consigo pegar ojo. Blas duerme plácidamente abrazado a una almohada y le miro embobada sentada en una butaca enorme. Verle así me hace sentir que el mundo está en paz, aunque yo me esté muriendo por dentro. Tengo mucho miedo a perderle, a que nuestra relación cambie. Y luego está Álvaro...¿como le explico lo que siento por Blas?, ¿debo pedir perdón por lo que me pasa o contárselo y recordarle que lo nuestro no es nada todavía mientras Celia exista?

Llamo a recepción y pregunto si es muy temprano para usar el gimnasio, necesito descargar un poco todo lo que llevo dentro. Como no ponen pega ninguna, cambio mi pijama por ropa de deporte y salgo de la habitación tras dejarle una nota a Blas.

-Los españoles madrugan mucho para hacer ejercicio -dice la recepcionista con una sonrisa-, no tiene pérdida, siga el pasillo y al doblar la esquina.

-Es por el cambio horario -sonrío amable-, me vuelve un poco loca.

-Su amigo dijo lo mismo -ríe-, pero deberían descansar.

-¿Qué amigo?

-Uno de los chicos del grupo está en el gimnasio, ha bajado hace un rato.

Le doy las gracias y al doblar el pasillo me quedo apoyada en la pared. Espero que el que esté sudando ahí dentro sea David, porque la otra opción es Álvaro y no me apetece verle, llevo demasiadas horas pensando cosas que sé que ni siento de verdad.

Por supuesto la suerte no me acompaña y cuando abro la puerta veo a Álvaro aporreando literalmente un saco de boxeo. A pesar de lo enfadada, confundida y acojonada que estoy mi cuerpo reacciona, verle sudoroso y descargando rabia es demasiado tentador.

-Álvaro...-cierro la puerta tras de mí-.

Me mira un instante y sigue dando golpes cada vez con más fuerza. Me acerco despacio, el corazón me late fuerte y los oídos me zumban.

-Vete -dice-.

-Tenemos que hablar -susurro-.

-¿De qué?, ¿de que te follas a Blas? -dice irónico-.

Resoplo. Explicarle todo esto va a ser complicado y mas con el cacao mental que tengo. ¿Por qué siento tantas cosas por los dos?

-¿Puedes parar un segundo? -agarro su brazo-.

Dirige la mirada a mi mano y para el saco.

-No me toques -sacude el brazo y se libera de mi contacto-.

Respiro hondo antes de continuar. Si me cabreo no se lo que puede pasar.

-¿Quieres hablar o discutir?, tu eliges Álvaro.

Se quita los guantes y coge una toalla. Se seca el sudor y yo lo observo con el miedo en el estómago, pero también con unas ganas enormes de quitarle la poca ropa que lleva. Nunca he comprendido bien por qué aunque el momento sea el peor, mi cuerpo tiene siempre necesidad de su cuerpo.

-Siento haberos jodido el polvo -se sienta en un banco-, espero que hayáis podido terminar después...

Cierro los ojos e intento coger aire para no pegarle. Se que no siente lo que está diciendo, conozco su tono.

-Vete a la mierda Álvaro, no merece la pena hablar ahora contigo -doy media vuelta dispuesta a marcharme-.

Antes de llegar a la puerta, corre y se apoya en ella cortándome el paso.

-Déjame salir.

-¿No querías hablar? -me mira fijamente a los ojos-, pues habla.

No soporto su mirada, me intimida. Está furioso y que no lo demuestre con palabras hace que sus ojos lo expresen.

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora