Rendición

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Se acabó. Este tío es lo que yo necesito, lo que mi cuerpo necesita. Mi mano se posa en su nuca acercándolo a mi boca. Gime cuando meto mis dedos entre su pelo y mi lengua lame sus labios entreabiertos. Bajo mi mano y la cuelo dentro de su pantalón. Acaricio su erección sobre la ropa interior y gruñe. Su boca reacciona con pasión y enreda su lengua con la mía en una lucha infernal. Sus manos bajan de mi cintura por dentro de mis leggins. Cada roce de sus dedos tiene efecto entre mis piernas. Abre los brazos, tira de mi pantalón y se agacha hasta sacarlo por mis pies. Hace lo mismo con el suyo y tiramos de la camiseta del otro cuando vuelve a ponerse en pie sin dejar que nuestras bocas se separen mucho. Me estoy abrasando.

Le acaricio el torso y él se entretiene clavando sus dedos en mi espalda hasta que desabrocha el sujetador que cae al suelo. Mis pezones son dos piedras ya y que los atrape entre sus dientes me hace gemir desesperada. No recuerdo en que momento me ha quitado las bragas, me doy cuenta cuando su lengua baja por debajo de mi ombligo de que estoy desnuda. Mis dedos se hunden en sus hombros. Estoy deseando tener su lengua entre mis piernas para reventar. Pero no es así, en su recorrido vuelve a subir hasta mis pechos y los humedece con su lengua y sigue por mi cuello hasta mi boca. Enredo los dedos en su pelo y tiro hasta apartarle y poder mirar sus ojos.

-Joder, Álvaro -gimo-.

Sonríe. Es una sonrisa lasciva que me excita todavía más. Se deshace de sus bóxer mientras mi piel palpita de placer. Recorre mis piernas con sus dedos hasta llegar a mis caderas. Las rodea y de un tirón me sube sobre él. El contacto de nuestros sexos desnudos me rompe en mil pedazos. Tengo un orgasmo brutal que ahogo en su hombro mientras él da un par de pasos conmigo encima y me apoya sobre la secadora sin dejar que nuestros sexos se separen. Me cuesta recuperar la respiración sobre todo por la vergüenza que me ha dado correrme sin que apenas me toque.

-Sabía que no me equivocaba, eres tú -ríe y me besa- lo vamos a pasar tan bien....

El tono de su voz me humedece otra vez aunque todavía jadeo de placer. De reojo le veo tantear en la estantería que hay sobre nosotros y coger un condón. Tuerzo el gesto. ¿Tan seguro estaba de que iba a caer que ha ido dejándolos por todas partes o qué?

-No me mires así -agarra mi barbilla con posesión-, te recuerdo que mi ropa está en tu secadora, vacié aquí mis bolsillos.

-¿Te hubieras ido? -pregunto curiosa-.

-Te hubiera suplicado -sonríe perverso-.

Le escucho rasgar el envoltorio cuando muerde mis labios. Se lo coloca y me atrae hacia él metiendo sus manos bajo mis muslos. La vibración de la secadora me está matando.

-Te ví en el ascensor y...

Me penetra de una sola embestida y se queda quieto. Gime y yo me arqueo para recibirle. Sus manos se aferran duras a mis caderas.

-Cinco malditos días pensando en esto -concluye-.

Busca mi boca y sin moverse un milímetro dentro de mí la saquea. Siento mi cuerpo dilatarse para acogerle y le rodeo los hombros con mis brazos. Se balancea lento, entrando y saliendo arrancando gritos placenteros en ambos. Lo siento en todo mi cuerpo. Supongo que tanto deseo acumulado lo hace todo mucho más intenso. Me queman los dedos en su cintura intentando que acelere sus embestidas. Tras un par de minutos tortuosos, se detiene en seco. Justo cuando empiezo a sentir que vuelve a llegar el orgasmo.

-¡No pares ahora por favor! -grito-.

Me coge la cara con sus manos a ambos lados de mi cuello y pasea su deliciosa lengua por mis labios.

-Shhhh, coge un poco de aire, lo vas a necesitar.

Soplo y vuelvo a soplar. Estoy a punto de correrme con todo el cuerpo. Donde me toca me deshago de placer. Le acaricio la espalda y humedezco su cuello con mi lengua. Estoy rota.

-No podía dejar que te adelantaras otra vez Kika -susurra-.

Sale completamente de mí. Me mira y otra vez veo deseo desmedido en sus ojos. Una violenta y profunda penetración me arranca un grito que se ha debido escuchar en toda la urbanización junto con sus gemidos. Impone un ritmo brutal que acumula placer en cada poro de mi cuerpo.

-Nos lo merecemos, Kika, esto tiene que ser juntos -jadea entrecortado-.

Voy a morir de placer, lo siento en todas partes mientras me mueve a su antojo acoplandome cada vez más profundo. Me muerde el hombro y gruñe cogiendome el pelo y enredandolo en su mano. No puedo más.

-Quiero escucharte -dice sin dejar de embestirme-.

Su voz tiene ese poder, me hace explotar y convulsionar entre sus brazos. Lo que sale de su boca mientras se corre son gemidos tan sexys que elevan mi placer al infinito. Tenía razón mi mente, escucharle es querer más.

Nos besamos despacio mientras recuperamos el aliento. La secadora sigue en marcha y necesito salir de aquí.

-Álvaro...

-Que sí, que me voy, no te preocupes -dice molesto con el condón en la mano-.

-No es eso -río- sólo quiero que me dejes bajar de aquí.

Sonríe y apoya su cabeza en mi hombro.

-Lo siento, yo también soy un neuras.

Se aparta y yo recojo mi ropa y me pongo la camiseta. Con el resto en la mano salgo al pasillo.

-Espera -dice-, me dejarás darme una ducha antes de irme -me saca la lengua-.

-A este paso no te vas, lo veo -bromeo- sígueme anda....

Sale tras de mí y me meto en la puerta al final del pasillo.

-¿Huele a...a qué huele? -pregunta antes de darme tiempo a encender la luz-.

La enciendo y voy hasta él.

-Si te lo digo volverás a llamarme pija y como que no.

-Te prometo que no, ¿huele a cloro?

Es una habitación con suelo de tablillas de madera, un par de bancos, un gran armario y un baño en el lateral. Hay una puerta en la pared derecha y otra frente a la que hemos utilizado para entrar.

-Álvaro, ¿a tí que te parece que es esto?

-Parece el vestuario de mi gimnasio pija.

-Te mataría pero luego tendría que arrastrar tu cadáver hasta la calle. Abre esa puerta anda -señalo la de la derecha-.

Tira el condón que sigue en su mano en una de las papeleras y se pasea desnudo hasta ella. Me estoy poniendo enferma, ¿cuando he tenido yo esta facilidad para excitarme? Bueno, con Dean la tenía. Abre, mira dentro y la vuelve a cerrar.

-Me gusta más que el mío -ríe-, ¿la cuota de socio es muy alta? ¡Joder, como puedes tener ese gimnasio en casa? ¡Dime que lo usas, por favor!

-Cuando estoy aquí, sí, ahora me he apuntado a uno cerca de mi casa. Y vístete por favor que no soy de piedra.

Se acerca hasta mí y me coge por la cintura.

-Podemos repetir cuando quieras -susurra divertido-.

Le beso, me lo pide el cuerpo. Señalo la otra puerta.

-Antes quiero que veas otra cosa...

Se gira y se dirige a ella. Tiene un culo estupendo. Cuando la abre sólo pega un grito y sale corriendo. Me da la risa, sabía que la piscina climatizada le encantaría, he visto como miraba antes la exterior, como los niños miran las tiendas de chuches. Antes de darme cuenta está lanzandose al agua y nadando como un poseso. Camino despacio hasta llegar al borde y me siento. Para la final de la piscina y empieza a volver. Le observo hasta que llega hasta mí.

-Ahora sí que eres la mujer de mi vida -se burla-, vas a cumplir otra de mis fantasías....

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora