Capitulo Ocho:

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La luz que se cuela a través de la cortina, hace que me levante poco a poco, desorientada

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La luz que se cuela a través de la cortina, hace que me levante poco a poco, desorientada. Mis recuerdos de la noche anterior comienzan a pulular por mi mente, provocando mi primera sonrisa de la mañana. Todo lo que repito son los besos de Edmond, cada uno de ellos, en mis labios, mi cuello, y todo lo que mi generoso escote le permitió.

No pasamos de eso, una vez le he dicho que no, no insistió más, lo que me ensancha la sonrisa. Edmond me excita de todas las formas posibles, pero más que eso, siempre, siempre, me hace sentir cómoda a su lado.

¡Lado!

Abro mis ojos con rapidez, llevándome una ligera decepción al ver que no hay nadie... De hecho, ni siquiera recuerdo como llegué a la cama. Lo último que tengo en mente es haberme cambiado a un pijama, para seguir conversando con él, sobre su regazo, en el sofá.

—Me debió haber traído él, ¡qué precioso es! —susurro a la nada.

Me estiro sobre mi cama, aunque no está, sigo sintiéndome emocionada por lo de anoche. Observo a mi alrededor y no hay ni un solo rastro de su presencia, nada de su ropa, bueno, el otro lado de la cama está también arrugado, así que no sé qué pensar.

Decido levantarme, solo para aclararme las dudas. Paso primero por el baño para hacer mi rutina de higiene, y luego continuo a la sala, consiguiéndome todo tal cual ha estado siempre, en solitario, a excepción del mesón, una caja blanca está allí, con una rosa roja sobre ella y una notita. Se me acelera los latidos del corazón, y tengo que morderme los labios para no acabar gritando como una adolescente enamorada.

Solo él ha podido dejar ese detalle, y al ver su nombre en la nota, siento un vapor delicioso en mis mejillas.

Mi dulce caramelo, buenos días.

Siento no haber podido esperar hasta que despertaras. Prometo compensarlo luego.

Edmond Lestienne.

¡Ha pasado la noche conmigo! Aunque no estuve consciente de ello, me emociono igual, y con la sonrisa más grande que mi boca se puede permitir, destapo mi caja. Se abre el apetito de inmediato al ver, y olfatear, mini bollería de todo tipo, con un café en medio. Cedo a la tentación de tomar una, aún está caliente, se me escapa un gemido al saborear su suave textura, la dulzura, y la perfección hecha comida.

Me doy la vuelta, para ir por mi teléfono, pero pronto recuerdo que no tengo su número. No puedo agradecerle su detalle, y aunque me tienta escribirle a Coraline para pedírselo, rápido me deshago de la idea, sé que no me dirá nada malo, pero de cualquier modo me moriría de la vergüenza cuando vuelva a verle a la cara.

Tomo un siguiente bollo para irme a buscarlo de cualquier modo. Continua en mi bolso, desde ayer en la tarde no he tenido tiempo de mirarlo al detalle, por lo que tengo un montón de mensajes, la verdad, nada importante, o al menos eso creo hasta que me llega uno, que me deja más feliz de lo que ya estaba.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora