Capítulo Veinticuatro:

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Como he hecho yo la invitación a Venecia me hago cargo de lo sustancial, pasaje en el tren y hospedaje en un hotel fabuloso ¡Es nuestro primer viaje juntos! ¡Los tres! Estoy emocionada, el doble de nerviosa, pero como le he dicho a Eddi, quiero ha...

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Como he hecho yo la invitación a Venecia me hago cargo de lo sustancial, pasaje en el tren y hospedaje en un hotel fabuloso ¡Es nuestro primer viaje juntos! ¡Los tres! Estoy emocionada, el doble de nerviosa, pero como le he dicho a Eddi, quiero hacerlo, quiero intentarlo.

El tiempo transcurrido me ha enseñado que mis miedos con respecto a los niños no es más que la huella de mi propia niñez, lo vivido, y yo he decido dejar eso atrás, enmendar la relación familiar con mis padres, relajarme, disfrutar, de la bonita amistad que he construido con mi pequeña Antonella.

Si, es mi pequeña, una pequeña diva, un poco caprichosa, habladora, que adora a su papá, y es muy amable con quién se le acerca. A su edad, sin tener consciencia, me ha dado grandes lecciones, de amor, de capacidad, puedo quererla, ella, con su forma de ser se ha hecho querer.

La Brigitte que se quedó atrás está orgullosa de mí, la niña, la adolescente, mis versiones de mujer, cada una de mis etapas, mis aprendizajes, están alineados a la mujer que soy, que seguirá avanzando, viviendo cada una de sus vidas, poniéndose siempre en el centro, en el top uno, en lo más alto.

Los días vuelan en mi cara, y pronto nos encontramos en el tren, destino a Venecia, pasada la tarde. Hemos decidido venirnos un día antes, disfrutar la ciudad, pasear en góndola, cenar fuera, y luego descansar tranquilos para sacarle el jugo a tope la fiesta. Lo conseguimos tras registrarnos y dejar las maletas, al punto en que, Eddi está al cuido de dos niñas, me emocionada todo, como si tuviese ocho otra vez.

Quedamos agotados, no acostumbrados a ir siempre a pie. De vuelta al hotel tenemos una sola habitación, dividida en dos alas, con un precioso balcón que da vista a los canales, camas decoradas con dosel y un baño que me deja mordiéndome los labios.

Sería buenísimo hacerlo en la tina y que luego mi Eddi me empotre contra la mampara. De solo pensarlo suspiro, pero será en un viaje que hagamos los dos solitos, no en este.

Lo confirmo cuando vuelvo a la habitación, Antonella está arropadísima hasta el cuello, en mi cama, con la TV encendida muy concentrada viéndola. Se me escapa una risita, antes de tumbarme a su lado, ni idea de lo que ve, hace muchísimo que no contemplaba un programa infantil.

—Puedo dormir aquí con ustedes, ¿Verdad? —suelta de la nada —Mi papá ya dicho que sí, pero dijo que te preguntara a ti también.

Lo miro y este me guiña un ojo. Se me hace extraño verlo con pijama a la hora de dormir, no puedo evitar sonreírme. Todo cambia cuando hay un pequeñín de por medio, y por ahora me siento bien con ello.

—Claro que sí, cariño —respondo volviendo a mirarla.

—¡Siiiii! —celebra, dando un bailecito.

Edmond se pierde a la otra ala para hablar por teléfono un instante. Me acomodo en la cama, cruzándome encima la sábana, moviéndome cada tanto hasta encontrar mi comodidad.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora