Capítulo Dieciséis:

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Mi noche, la que puedo terminar por definir como excitante y reveladora, me pasa factura completa por la mañana

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Mi noche, la que puedo terminar por definir como excitante y reveladora, me pasa factura completa por la mañana. Lidio con las burlitas de Eddi al verme cabecear de camino a la casa, donde me deja diez minutos antes de las ocho, en la entrada, porque ya no me interesa ocultar nada en lo absoluto.

—Tómate otro café, preciosa —Lo miro, chasqueando mi lengua —Es que no quiero que termines con un chichón en la frente.

Para colmo, me dan ganas de bostezar, no importa cuanto presione mis labios, se me escapa, al menos pongo una mano sobre mi boca a tiempo, más no controlo el gemidito. Me limpio la humedad en mis ojos, con cuidado de no dañar el maquillaje que me he terminado por colocar en el auto.

—Al final sí tienes razón —acepto sonriente.

Sin tiempo para perder, lo tomo de las mejillas para plantar en sus labios un pequeño beso, que se multiplica, a dos y tres más, hasta que su preciosa sonrisa brilla para mí.

—Gracias por lo de anoche —Niega, restándole importancia.

—Te he dicho que no debes agradecer, hago lo que me nace —Acompaña sus palabras con una tierna caricia en mi mejilla —¿Cuánto te vuelvo a ver? Ya estoy ansioso por verte otra vez.

—Sigo aquí —me burlo, y él solo se encoge de hombros, con esa sonrisa divina.

—Soy un poco intenso, ya lo sabes —Asiento sonriente —¿Nos vemos esta noche?

Quedo con él para que venga por mí, para volver a pasar la noche juntos. A la hora exacta, las ocho, entro a la casa, con la sonrisa más radiante que he tenido jamás. Lucia ya está su sitio, me deja saber que Coraline ya ha llegado, incluso antes que ella, lo que me sorprende.

—Creo que tiene un pretendiente —cuchichea emocionada, lo que me deja boquiabierta —He entrado a llevarle su café, y he visto un enorme ramo de rosas rojas de lo más precioso, sobre su escritorio —Suelta un romántico suspiro que me hace reír —Muero por preguntarle, pero me da una vergüenza infinita.

—Me doy cuenta cuanta vergüenza te da —me burlo con sarcasmo, provocando su sonrojo.

Como cada día, luego de saludar a Lucia paso dejando mis cosas para ir a ver a Coraline, y ahora, con lo que me han contado, me siento un poco más enérgica, con ganas de tener todos los detalles en torno a su nuevo regalito.

Tras su aprobación entro al despacho, y aunque me he obligado a fingir que no lo sé, el ramo es demasiado evidente, en grandísimo, ocupa un cuarto de su escritorio, sin contar lo hermoso que brilla cada pétalo. La saludo, más no puedo mirar su rostro, el arreglo ocupa toda mi atención.

—Que rosas tan preciosas —susurro acercándome.

—He llamado a limpieza para que las vengan a buscar —me suelta de inmediato, para mi sorpresa —me dan un asco terrible.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora