Capitulo Veintiuno:

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Mis labios se presionan contra los de Edmond, en un delicioso beso

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Mis labios se presionan contra los de Edmond, en un delicioso beso. Sus palabras resuenan en mi cabeza, en mi corazón, llenándome de una eterna vida, una incalculable felicidad. Me quiere, quiere unir su vida a la mía, y yo también deseo lo mismo.

No quiero seguir huyendo, desde hace rato he encontrado mi hogar, mi sitio, en Milán, entre los Lestienne, en el calor de mi Eddi.

La advertencia de Antonella también llega a mí, temo que vuelva pronto y nos consiga así abrazados, lo que la haga molestar otra vez. No creo estar preparada para un segundo berrinche en tan poco tiempo, aún sigo temerosa por el primero.

Me aparto con sutileza, más mantengo mi mano en su mejilla, ha dicho, nada de besitos y abracitos, más no dijo expresamente que no toque a su papi, y mucho menos que no le exprese mi cariño.

—Estoy enamorada de ti, Eddi —Relamo mis labios. Tiemblo de felicidad, de susto, un coctel de emociones —Y no he podido huir, a este punto de mi vida estoy sintiendo tanto amor, por ti, por Antonella, que... —Sonrío nerviosa —Que prefiero arriesgarme, lanzarme a vivir una vida con ustedes.

—¿Estás lista para ser madrastra? —Su tono burlón enrojece mis mejillas.

—¡No! —expreso segura —Antonella dijo claramente que no dejara de ser su amiga —Tomo sus dos manos entre las mías —Daré lo mejor de mí para ser su mejor amiga, una compañera en su vida, porque le he tomado mucho cariño, gracias a ella he podido conocerme más, y... —Me encojo de hombros para no terminar llorando —Los quiero, cariño.

—Y nosotros a ti —Deja una de mis manos para posarla detrás de mi cuello, dándome una deliciosa caricia, acompañada de un beso en la frente —Lo único que importa, e importará siempre, es que, somos una familia.

«Familia» repito en mi mente, y no puedo controlar la lagrimilla que se escapa.

La pequeña nena de mi interior, esa que siempre estuvo abandonada, ha conseguido por fin, su propia familia. Por ella, por mí, por Edmond, por Antonella, me prometo hacer todo lo posible, por mantenerla unida.

Me abrazo de nuevo a su torso, sollozo de nuevo, esta vez de absoluta felicidad. Sus cálidas palmas se pasean por mi espalda, consolándome, lo mismo de sus jugosos labios en la coronilla de mi cabeza, sus mimos me reconfortan, cesan mi llanto, me hacen sentir en paz.

Nos separa una llamada al citófono del depa, la comida ha llegado, y los dos nos vamos a la puerta a recibirla. A nuestro lado aparecen Coraline y Antonella ya cambiadas con sus pijamas, ambas de conejitos, rosaditas, muy lindas, lo que me causa un poco de gracia.

Tomamos la cena en la mesa, mi cuñada un montón de montes y vegetales para nada apetitosos, según sus palabras un manjar. En cambio, nosotros tres, como buenos italianos, una deliciosa pasta. Comemos hasta el sacio, no queda nada, y luego de que Anto se lave sus dientes los tres la acompañamos a la cama.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora