Capitulo Trece:

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Las noches al lado de Edmond se acaban, y ha llegado el día que no estaba tan ansiosa por que llegara, domingo, día de visita a mis padres

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Las noches al lado de Edmond se acaban, y ha llegado el día que no estaba tan ansiosa por que llegara, domingo, día de visita a mis padres. No tengo una mala relación, pero es extraño para mí, de una forma que no puedo evitar sentir.

Me dirijo a casa sola, no importa cuantas veces Edmond me propuso acompañarme, todas las veces le rechacé, porque no quiero reproches, no quiero más dudas de las que ya tengo escondidillas por ahí, menos sembradas por las dos personas encargadas de darme la vida.

Tras unos minutos en el taxi, al llegar, hago un par de respiraciones profundas, manteniendo mis nervios a raya para que no me condicionen y tener una actitud predispuesta para con ellos. Las cosas no sucedieron de la mejor forma, pero creo suponer que eso no me impide llevarme bien con ellos ahora. Pese a que tengo llave para entrar directamente, al estar lista doy golpecitos en la puerta, continúo tomando aire, hasta que ya no hay vuelta atrás.

Aparece mi madre, con una bonita sonrisa en sus labios, ya marcados por la edad.

—Cariño, si viniste —Me abre sus brazos y no dudo acunarme en ellos.

Es mi mamá. Sería una completa mentirosa si no acepto cuanto me gustan estos pequeños minutos en donde sus brazos me sujetan y sus labios se posan en la coronilla de mi cabeza en un dulce besito que espanta momentáneamente mis miedos, mis malos recuerdos.

—Estás muy linda —susurra al apartarse tomándome de las mejillas —Te ha sentado bien irte, tienes un brillo precioso en los ojos.

Agradezco sonrojada, por lo fácil que le ha sido admirar los cambios internos que he hecho en mí.

Pasamos adentro y con papá tengo el mismo abrazo afectuoso, con la diferencia de que su beso me lo da en la frente, aunque han sido pocas veces ese mimo de su parte, todos han sido así y valoro mucho que aun cuando soy una mujer adulta lo repita.

Sigo sus pasos en cuanto me lo piden, dándome cuenta con rapidez lo cambiado que esta todo, de tal forma que me cuesta creer que ha pasado poco más de un mes, se sienten como años. Seguimos de largo al jardín que luce impecable, los rosales están muy precisos, al igual que los arbustos, bien recortados, cuidados, como nunca antes, lo que le da un nuevo aire precioso al ambiente. Admiro todo encantada, y al final me quedo con la vista en mis papás una vez hemos tomado asiento.

—¿Y como han estado ustedes? —pregunto, alternando mi mirada a ver quien se anima a hablarme primero.

—Con mucho tiempo libre —señala papá —Aunque supongo que ya lo has notado.

Asiento. Se nota que se han dedicado a formar algo parecido a un hogar.

—Todo se ve encantador, parece otra casa.

Más acogedora, más familiar, pero no me atrevo a continuar.

—Estamos muy felices de tenerte aquí —habla mamá, rellenando con rapidez el silencio —¿Deseas algo de tomar? Ya hemos encargado el almuerzo, espero que no hayas tomado nada.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora