Capitulo Dieciocho:

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Sus palabras me dejan muda, más no indiferente

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Sus palabras me dejan muda, más no indiferente. Como es costumbre cuando estoy con él, mi corazón late desbocado, y una sonrisa nace en mis labios, sin poder procesar al cien lo que me acaba de decir... Eddi, mi Eddi, se ha enamorado de mí.

—Te quiero, Brigitte —expresa.

El aire no pasa, no hasta que las primeras lagrimas se escapan de mis ojos. Eddi me quiere. Y no es que me sorprenda, o que no me sienta merecedora de su cariño, es que, este hombre en poco tiempo me ha visto llorar, me ha visto reír, me ha visto feliz, me ha visto enfurecida, me ha visto luchando por superarme, y también ha visto las marcas de lo que he pasado, y así, así me quiere.

Eddi me ha visto completa, y me quiere.

La emoción que nace en mi pecho no se compara con lo que he sentido jamás. No puedo controlarlo, lloro, me guardo en el calor de su pecho envolviendo su cuello con mis brazos, abrazándolo, y disfrutando del suyo cuando sus brazos me toman con una dulce firmeza contra su cuerpo.

Impulsada por el huracán de sensaciones vuelvo a hacerme espacio para dejar un beso sobre su boca, manteniéndolo junto a mí. Me recibe, me permite tomar su labio inferior entre los míos haciendo mía toda su dulzura, la misma con la que me ha dicho que me quiere. Los fuegos artificiales me explotan por dentro, me sigue, me besa de vuelta, acariciándome la espalda con la tersura de sus palmas.

Besándolo, hasta que me falla el aliento, me convenzo de que, comprender los sentimientos de una persona y admirar sus acciones, te pueden llevar sin boleto de vuelta a una verdadera historia de amor.

—También te quiero, Eddi —expreso, por segunda vez, con mayor certeza de lo que albergo en mi corazón.

—¿Nos vamos de aquí?

Asiento. No deseo nada más, no hace falta decir nada más cuando tengo el placer de sentirlo en su tacto, en sus besos, leerlo en su mirada, en la complicidad implícita que nace del querer. No nos hace falta debatir como hemos llegado a esto, lo que hemos desarrollado en cada encuentro, en cada palabra cruzada, y la verdad, es que no importa nada, nada que no sea disfrutarlo.

Envuelvo mis piernas en sus caderas cuando me alza entre sus brazos, me asegura posando sus palmas en mi trasero, y por puro instinto me abrazo más, permitiéndome continuar alcanzando su boca deliciosa para besarlo otra vez, mientras camina por el corto pasillo y terminamos por adentramos en la oscuridad de su habitación, la que cerramos al pegarme contra la fría madera de la puerta.

Se aparta y me mira a los ojos un segundo, y no puedo sentirme más viva, más encendida, más enamorada que nunca. Mi corazón parece una bomba a punto de estallar, mi estómago lleva por dentro un puñado de mariposas, drogadas de pura serotonina, no paran de revolotear de un lado a otro, y entre mis piernas habita un dulce riachuelo que parte de mi cálido interior para formar un laguito en mi intimidad.

Estoy enamorada, excitada, y también, correspondida por el mismo hombre que me alborota mi sentir. El mismo alza una de sus manos para deslizar mis cabellos fuera de mi rostro. Su tacto burbujea, me hace arquearme para él acompañado de un jadeo.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora