Capitulo Veinte:

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Decido confiar en Stefano, es su amigo de toda la vida, se conocen desde que ella nació y confío en que esto es lo que Miranda necesita, una pastilla para poder descansar

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Decido confiar en Stefano, es su amigo de toda la vida, se conocen desde que ella nació y confío en que esto es lo que Miranda necesita, una pastilla para poder descansar.

Saco veloz la capsula del blíster. Sobre el vaso de agua la abro vertiendo todo el contenido. No se cuanto tiempo se tarde, por ello me sudan las manos, tiro la vista cada tanto, más no hay ninguna actividad, solo escucho su voz con pequeños cortes, en los que supongo escucha. Remuevo con una cucharita pequeña hasta que no parece quedar ningún residuo.

Me sobra tiempo para deja todo, en lo absoluto, como ella lo tenía, el agua, el neceser, y su cartera. Respiro profundo. Finjo rotunda normalidad sentándome en la cama, con una botellita de agua para mí, cuando ella está de vuelta, sonriente, y eso solo consigue alterar mis nervios.

—Siento haberte dejado solita —Alza su teléfono rodando los ojos —Mis clientes a veces piensan que trabajo las veinticuatro horas al día.

—Deberías ponerles un límite —Se encoje de hombros, tomando su vaso de agua otra vez.

—Supongo que me gusta estar ocupada las veinticuatro horas.

—Es importante que descanses —Hace el mismo gesto, lo que me preocupa —Termina de tomarte el agua. Ya sabes, es buena para adelgazar, el colágeno, y... mantenerte hidratada.

Sonríe. El miedo, pero a la vez la tranquilidad, hacen mella dentro de mí. Temo que se dé cuenta que he abusado de su confianza, pero también me sienta bien verla tomarse su tratamiento hasta la última gota, dándole posibilidad de descansar.

No dice nada, no se queja, sigue tan tranquila como antes, relajándome porque no lo ha descubierto. Sigo mi propio consejo y bebo de mi botellín toda el agua, y luego se lo doy para que lo deje en la mesa. Miranda vuelve a mí, sentándose conmigo en la cama, tan solo un segundo, pasa a acostarse apoyando su cabeza en mis piernas, con la única razón de que masajee su cuero cabelludo con mis uñas.

Se le escapa un gemido cuando la complazco. Nos quedamos en silencio, para nada incomodo, en el que me permito analizar nuestra amistad, por supuesto, el grupo completo, porque siempre hemos sido las cuatro, como un complemento. El hecho de que esté pasándolo mal me pone triste, y no sé porque decide callárselo.

—Miranda... —llamo su atención, obteniendo su atenta mirada —Sabes qué te amamos, ¿verdad? —Asiente rápidamente, sorprendida por mis palabras —Sabes que puedes apoyarte de tus amigas, que no es justo que pases momentos duros en silencio.

—Lo sé —Suelta un suspiro —No son tres días de amistad, tenemos años.

—Si no estás bien, puedes decírnoslo... puedes decírmelo.

Toco la tecla. Baja la mirada, no dice nada, y no la presiono. No dejo de tocarla hasta que ella misma se aleja incorporándose para quedar a mi altura.

—Lo sé, pero yo prefiero mantenerlo para mí —Se queda con la mirada fija en la nada, tan vacía, que me eriza la piel —No importa como yo me sienta, lo que haga, lo que diga, nada me va a devolver lo que perdí —Me mira un segundo, donde noto la humedad en sus ojos —Nada llena este vacío, y yo estoy aprendiendo a vivir con un hueco en el pecho.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora