Edmond Lestienne

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Una mujer dormida entre mis brazos jamás me había hecho sentir tan completo, tan tranquilo

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Una mujer dormida entre mis brazos jamás me había hecho sentir tan completo, tan tranquilo. Jamás me había encantado tanto un aroma, como lo hace el que expiden sus cabellos, su sedosa piel, tan dulce, tan adictivo, como un delicioso caramelo.

Brigitte Augier se me ha metido en la piel, y en el centro de todos mis pensamientos.

Y no puedo dejar de creer, que sí sigo conociéndola, haciéndola mía cada noche, terminará instalándose en lo más profundo de mi corazón.

La forma en habla, en que mira, en que piensa, me seduce como un si fuese un chiquillo. Me percibo fácil ante ella, cuando la tengo cerca no pienso, todo lo que anhelo es besarla, tomar todo ese delicioso labial con mi lengua, y enterrarme en lo profundo de sus carnes. Todo lo que quiero es tenerla, y no de una forma posesiva, sino compartir su tiempo, su espacio, tanto como me sea posible.

Después de lo vivido en las ultimas horas, desnudos, todo lo que quiero es más y más de ella. Aunque parezca una locura, quiero volverme adicto a ella, consumirla sin acabarla, quiero que siga siendo ella, y que solo me comparta su magia.

No he mentido, me encanta Brigitte, me fascina, llenándome de vida, de adrenalina, que me impulsa a mantenerme junto a ella, siendo paciente, que mi intensidad no le asuste, para que poco a poco se despeje de todos sus miedos, se abra como una bonita flor para mí, y me permita cuidarla, como quiero, como se merece.

—Me encantas, caramelo —murmuro, abrazándola, para disfrutar los minutos que aún nos quedan en la cama.

Dejo un rápido beso sobre su cabello y adormilada se acomoda entre mis brazos, pegándose más a mi pecho, bajo mis sabanas. Me hago consciente de los cambios que va dando su respiración, poco a poco se va acelerando, comienza a despertarse, y lo confirmo cuando se mueve alzando su rostro para dejar un beso sobre mi barbilla.

—Tengo sueño —gime ronca.

Sus dedos delgaditos, tibios, se posan sobre mi pecho, dándome suaves y placidas caricias sobre mi piel, acurrucada en mis brazos, sin abrir sus ojos. Como ella, jugueteo con su tez blanca deslizando mis yemas por la curvatura de su espalda. Se eriza de inmediato, lo que aviva el fuego en mi corazón, más cuando su cuerpo da un saltito involuntario.

Es tan sensible, tan jugosa, que solo provoca que la quiera follar.

—Ya es hora de salir de la cama, preciosa —le hago saber, tras mirar el reloj en mi mesita de noche.

No quisiera hacerlo en lo absoluto, pero le he prometido estar temprano en su trabajo y debo cumplirlo.

—¿Estás seguro? —Se alza, tan solo un poco para volver a besar mi mejilla.

Respiro pesado, su voz, su boca, es una tentación para mí, y la tengo cerquita, ronroneando delicioso, acompañada de sus dedos traviesos que continúan deslizándose por mi pecho, mi abdomen, que contraigo a causa de las cosquillas que me provoca.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora