Un año después...
Francia. Estrasburgo.
—¿Estás segura que estás bien? —consulto. Sonrío aprovechando que no puede verme.
—Diosss, Edmond, ya te dije que sí —Escucho la carcajada de mi hermana a través del teléfono —Acabo de salir de la terapia, y estoy tranquila —Deja un suspiro, espero y ella continúa —Hemos conversado sobre darme de alta, me siento lista, pero me da un poco de susto flaquear.
—Ya no eres la misma, aprendiste, creciste.
—Eso me ha dicho, y yo lo sé. Por el momento hemos quedado en vernos en un mes, con la opción de ir antes si siento la necesidad.
—Me parece increíble —susurro, sin quitar mi vista del ventanal y la preciosa imagen que me regala.
—¿Y Brigitte? —me pregunta, como si leyese mis pensamientos —La extraño muchísimo, no preví que debía irse de vacaciones en algún momento.
—¿Solo la extrañas a ella?
—¡No, tonto! —Vuelve a reírse —También extraño a mi pulga y a ti, además a nuestros papás, me hubiese encantado poder ir con ustedes.
—Si quieres, puedes tomar un avión —le propongo.
—Ya tendré mi oportunidad, por ahora estoy concentrada en mi nueva colección —Hace una pausa, me hace sentir contento la paz de su respiración —Dale a todos un beso de mi parte y deja de preocuparte tanto por mí, estoy bien.
Le creo. Han pasado varios meses de su divorcio, lo mismo lleva asistiendo a terapia tras sus dolorosos tropiezos, alimentándose a sí misma de amor, alzando sus alas, recuperando el brillo, resurgiendo de las cenizas tal cual ave fénix.
—Te quiero mucho, Coraline, estoy orgulloso de ti.
Hace un sonidito raro que me saca una sonrisa, y tras decirme que me quiere, acompañado de besitos termina por colgar la llamada. Mi teléfono se pierde en el bolsillo, sin mirar, sigo enamorado de la vista, sigo enajenado con la imagen de Brigitte y Antonella jugando en la nieve.
Se lanzan bolas congeladas, me causa gracia lo mal que tienen la puntería, pocas veces aciertan a pegarse, y cuando le hacen se carcajean. Anto hace trampa, mi mamá le ayuda a preparar las bolas para que pueda ir al ritmo de mi caramelo, quien no tiene contemplaciones, quiere ganar el juego moviéndose con rapidez.
—Entonces, ¿es ella?
La voz de mi papá me hace girar, sorprendiéndome. No le esperaba.
«¿Es ella?» repito su pregunta en mi mente. Sé a qué se refiere, aun cuando no especifica. Desde que comencé a frecuentar mujeres, suele hacerme la misma pregunta, la primera vez quedé confundido, hoy, tengo la respuesta absoluta.
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Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)
ChickLit***TERCER LIBRO DE LA SERIE AMORES EN ITALIA*** Hace ocho años lo dejé todo por él. Ahora vuelvo a Milán, por amor a mí. Existen sacrificios por amor, pero dejar de amarme nunca fue negociable. Comenzar de cero nunca ha sido una tarea fácil, meno...