Capítulo Nueve:

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Lunes por la mañana estoy lista para salir al trabajo, pero antes, recibo una rápida visita de Alessandra, ha decido pasarse por el depa para finiquitar nuestro trato

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Lunes por la mañana estoy lista para salir al trabajo, pero antes, recibo una rápida visita de Alessandra, ha decido pasarse por el depa para finiquitar nuestro trato. Todo ha ido bien, no tiene un inconveniente para dejarme quedar, por lo que legalizamos nuestro acuerdo.

Vuelve a aclararme todas las reglas, sobre todo, a decirme un montón de veces que no debo retrasarme con mi pago. Lo acepto. Me he sentido muy a gusto en este pequeño espacio, además, después de lo que ha pasado en ese sofá, ya no puedo desprenderme con facilidad de este sitio.

Como la vez anterior, está de prisa, y tiene la amabilidad de ofrecerme el viaje hasta la Casa Lestienne, puesto que se dirige a la misma vía, cayéndome de maravilla al tener varios minutos de retraso. Charlamos poco en el camino, que no es demasiado largo, por lo que me deja en la puerta antes de las ocho de la mañana.

Al entrar, todos ya están en sus sitios, solo falta Coraline, que llega minutos después, y con ella, comienza a fluir el trabajo por montón. Me hago cargo de atender previamente a sus clientes antes de que se reúnan con ella, asistirla en todo lo que me va pidiendo, al punto de ser un poco cansino.

Una vez las reuniones pautadas por la mañana cesan, vemos un poco de respiro, o eso es lo que creemos. La puerta de su despacho se abre, sin previo aviso, y una vez dirijo mi vista a ella, se me revuelve el estómago, reconociéndolo de inmediato, su rostro quizá sea una imagen que tarde en borrarse de mi mente.

Me asusta, y me asquea a partes iguales.

La pobre Lucía aparece detrás de él, con todo el pesar dibujado en su rostro. Miro a Coraline, quien luce en su mirada, y su boca entreabierta, lo mismo que yo, en un nivel sumamente elevado. Ese hombre le causa terror, le repugna, sus ojos chocolates lo expresan sin barreras.

—Angelo... —murmura. En cuanto me mira, noto que no quiere verlo.

—Tenemos que hablar —le exige este —Te voy a dar la oportunidad de que arreglemos las cosas.

Subo ambas cejas, conteniendo mi suspiro, mi jadeo, incrédula, por lo que acabo de oír. No miro a nadie, mi mirada se clava en mis manos, que descansan sobre la mesa. No queriendo presenciar esto en lo absoluto.

—Yo no tengo nada que hablar contigo, tampoco quiero tu oportunidad —En cuanto habla, siento el nudo en su garganta —De hecho, no quiero tener nada que ver contigo.

—¡¿Me pueden dejar a solas con mi esposa?! —vocifera, haciéndome saltar

No tiene ni que pedirlo dos veces. Hago el intento de levantarme, pero la voz de Coraline me deja en mi sitio.

—¡Ellas no van a ningún lado! —Alza su voz, como jamás la había oído —¡Te vas tú o llamo a seguridad!

—Coraline, no seas tan necia, tú me necesitas a tú lado —suelta convencido, lo que me asquea.

Sabor a Caramelo (Serie: LIBRO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora