El diablo un día fue un ángel, pero cuando las circunstancias lo ameritan ese ángel puede volverse el diablo, así como unos simples niños pueden volverse demonios.
La vida le dio tantos golpes que la dejo trastornada y envuelta en un sadismo que int...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aisha
Llego a la hacienda directamente, no pienso ir a la otra propiedad, no quiero recuerdos sobre Dimitri, mínimo ahora no, la señora Parking sigue sin preguntarme nada y es mejor, aunque me haya dañado no quiero que tenga un sentimiento de rechazo a Dimitri teniendo en cuenta lo mucho que se unieron en estos meses.
Mis hombres suben a mi habitación a dejar mis maletas y le asignan una habitación a la señora Parking donde dejan sus cosas, mando al personal a que desempaquen y yo me quedo en la entrada, solo observó lo que tengo en frente, la hacienda tan familiar en la que me crie y que ahora siento que no conozco de nada.
Piero sale de su estudio cuando escucha mucho movimiento en la propiedad y se detiene cuando me ve como si no comprendiera lo que ocurre, detrás de el viene Beatrice que también me ve extrañada, pero cuando ve que a la señora Parking que viene bajando las escaleras su rostro se transforma en enojo puro.
— Dime lo que te hizo porque voy a tomar un avión para ir a cortarle las bolas y dejar que se desangre si te daño — advierte Beatrice.
— No, si alguien va a hacer algo soy yo y no es el momento — contesto firme.
— ¿Estas bien? — pregunta mi hermano.
— Yo siempre estoy bien — le contesto con arrogancia cuando en realidad no, no lo estoy.
— Beatrice, lleva a la señora Parking a que se presente con el personal, así saben que ella será la que los mande ahora — indica mi hermano.
— Pero porque no... — empieza Beatrice.
— Vamos jovencita, que tienes que presentarme — la interrumpe para podérsela llevar siendo consciente de que Piero quiere que hablemos.
— Vamos — pasa lado mío y yo lo sigo para llegar a fuera de la propiedad.
No digo una palabra, solo lo sigo y cuando veo me hace subirme en el helicóptero con él, hacemos unos minutos de viaje hasta que llegamos a un hotel, no es muy grande, es como si fuera un hotel boutique, pero al entrar lo que te llama la atención es que al fondo se logra ver la piscina que deja ver el mar, el habla algo con el de recepción y me hace adentrarme en una de las habitaciones en el segundo piso, una vez ahí mis hombres custodian la puerta y Piero revisa la habitación como medida de seguridad.
Alguien llama a la puerta y Piero va a abrir, recibe lo que le dan y después me entra una de las bolsas a mí, yo no le doy mucha importancia, sigo sin poder procesar lo que vi hace unas horas, el nudo se vuelve a formar en mi garganta y me doy cuenta de que estoy llorando cuando las lagrimas tocan mis pantalones mojándolos.
— Aisha — dice con precaución Piero.
— No estoy bien — confieso.
El se acerca y hace a un lado la bolsa que me entrego, se pone en cuclillas ya que yo estoy sentada en la orilla de una de las camas, él toma mi cara y la levanta para dejarme verlo, limpia con sus pulgares las lágrimas, pero no es suficiente porque no puedo dejar de llorar.