NUEVE

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Jules Davies


Bajé del coche en cuanto él me abrió la puerta. El frío y la lluvia golpearon mi cuerpo pero el saco que tenía sobre mis hombros me brindo calidez.

La lluvia nos había sorprendido, lo que parecía ser una suave llovizna, terminó con una tormenta de gotas gruesas.
La casa de Juan Pablo era sorprendentemente grande, no me tome el tiempo de mirarla bien por fuera porque la lluvia a cada segundo cesaba mas.

- Pasa - me dijo abriendo la puerta color blanca y dejándome pasar primero.

Su casa era muy bonita. La sala era la primera vista que encontrabas, no sabría como describirla pero podía decir que era mucho mas grande que mi pequeña casa. Casi me avergoncé al pensar en lo diminuta y fea que era.

- Ponte cómoda, iré por toallas para secarnos y algunas mantas calientes. No tardo - sonrió y subió escaleras arriba.

Camine por la sala y tome asiento en un lado de los sillones en forma de L. quité mis zapatillas y puse mis pies sobre la alfombra color gris que adornaba la sala.

Había pedido a Juan Pablo llevarme a mi casa pero quedaba muy lejos y con esta lluvia, era peligroso andar por carretera. Él me ofreció venir a su casa a secarnos un poco y estar aquí mientras pasaba la lluvia, luego me llevaría hasta mi casa. Dudosa acepté.

Pase mis dedos por la fina tela de su saco, era muy calientito de eso ni la menor duda.

Lo escuche bajar las escaleras a pasos apresurados y dirigirse a mi con las manos llenas de mantas, toallas y ¿ropa?

- No tengo ropa de chica aquí pero - extendió una playera de mangas largas color gris y unos pantalones de franela azules con cuadros. Era su pijama - te traje algo de mi ropa para que puedas cambiarte, debes estar empapada y lo menos que quiero es que pesques un resfriado.

Mi corazón se emblandecio por tanta ternura. Este hombre muy lindo.

- Gracias, Juan Pablo - sonreí y tome la ropa.

-Puedes subir a cambiarte si gustas. La segunda puerta a la izquierda es el baño.

Asentí y fui de inmediato, moria de frio.

Su casa realmente era encantadora, muy lujosa por cierto, los pisos eran de fina madera, las paredes blancas. En realidad toda la casa lo era, estaba perfectamente diseñada.
Era obvio que la casa de un arquitecto tenia que estar bien planeada y diseñada. Pero la pregunta que había surgido en mi mente desde que llegué, era si ¿Toda esta casa era para él solo? ¿Vivía solo?

Me apresuré a caminar y encontrar la puerta que Juan Pablo me había dicho.
Mis ojos se abrieron al ver el baño. Guao, era muy grande para ser un baño. Con una bañera incluida. Dejé la ropa en la barra del lavabo y deslice el cierre del vestido dejándolo caer hasta mis pies. Tome la playera y me la puse, el olor de Juan Pablo inundó mis fosas nasales haciéndome cerrar los ojos.

Cuando terminé deje el vestido doblado encima de la barra donde estaba el lavabo y descalza, baje las lujosas escaleras color chocolate.

-Te queda bien mi ropa - dijo con una sonrisa en sus labios -

Me sonroje de inmediato y puse un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

- Tienes una casa muy linda, Juan Pablo.

Camine hasta la sala y tomé asiento en donde estaba anteriormente. Mis pies descalzos tocaron la suave alfombra y sentí tanto alivio de pisar algo calientito.

- Gracias, como sabrás, yo la he diseñado. - habló orgulloso mirando a su alrededor- creo que es muy grande para una sola persona. - suspiró - te traje chocolate caliente, espero te guste.

La Última Noche de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora