— ¡No voy a ir y punto!
— ¡Jules! ¡Ven acá! Maldita sea, siempre, cada año es lo mismo contigo!
Mica me siguió por toda la casa echa una furia.
Abrí con fuerza el refrigerador para sacar una caja de jugo para luego servirlo en un vaso de cristal.
— Y cada año te digo y te diré lo mismo... ¡No quiero ir! — grité enfurruñada.
— ¡Deja de comportarte como una maldita niña de cinco años!
Casi escupo el jugo cuando lo dijo.
¿No se habrá mordido la lengua?
— ¡Mira quien habla! — respondí mientras me limpiaba la boca con una servilleta.
Ambas nos mirábamos con furia.
Por lo regular, en una amistad siempre existe alguien que es pacífico, tranquilo y el otro es el explosivo. En nuestro caso, las dos éramos las explosivas. Ninguna tenía el don de poner la paz.— ¡A ver, a ver! — entró Juan Pablo a la casa dando dos aplausos para calmar la situación — ¿Qué está pasando aquí? — se puso en medio de ambas.
— Nada. No pasa nada —. respondí de mala gana.
Donde se atreviera a decir el motivo por el cual...
— Pasa que no quiere ir a la cena de cumpleaños de su madre.
— ¡Micaela Janeth, cierra la boca!
Decir su segundo nombre hizo que se pusiera roja.
— Tu - protestó pero fue interrumpida por el ojiverve.
— Se calman las dos. Ya.
— Debo irme al trabajo —. tomé mi bolsa que estaba sobre la pequeña barra de la cocina y caminé hasta la puerta.
— ¿A dónde tan rápido, señorita? — Juan Pablo me detuvo sujetando mi muñeca.
— Ya lo he dicho —. respondí aún enfadada.
— ¿Cómo que no quieres ir al cumpleaños de tu madre? ¿Que te pasa?
— No me pasa nada. Solo no quiero ir y ya.
Me solté de su agarré y tomé la manija de la puerta pero él puso su mano encima de la mía.
— ¿Porqué no quieres ir?
Tragué saliva y le eché una ojeada rápida a Mica y salí de la casa sin responder la pregunta de Juan Pablo.
Ví estacionado su carro frente a mi casa.
Cierto. Por un momento olvidé que todas las mañanas venía por mí para llevarme al trabajo.Algunos segundos debieron pasar para que escuchará sus pasos detrás los míos.
— Jules, espera —. dijo con voz ronca.
Me detuve cruzando los brazos y enmarcando una ceja.
— ¿Estas... Bien? — preguntó poniéndose frente a mí.
Me limité a encoger los hombros como respuesta.
Igual a una niña de cinco años...
Tú cállate.
— Anda sube al coche que llegarás tarde — dió una media sonrisa y se acercó para dejar un corto beso sobre mis labios.
Abrió la puerta del copiloto para mí y subí sin decir una sola palabra.
Apenas habían pasado dos minutos desde que habíamos subido y el silencio que había era horrible. Y el nudo de palabras que tenía atorado en la garganta no me dejaba respirar y pensar otra cosa que no fuera esa.
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La Última Noche de Diciembre
RomansaJules perdió la esperanza de vivir hace tiempo. El pasado que carga la dejó rota y con pedazos incompletos, tal cosa la llevo a armar una barrera de acero entre ella y el mundo que la rodea. La música es el único latido débil que la ayuda a sobrevi...