CATORCE

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Juan Pablo Villamil

- ¡Juan Pablo! - un chillido de alguien que conocía muy bien taladró mi cabeza.

Hice una mueca en cuanto ví que se acercaba hacía mi.

- Amaya, que tal - saludé por pura educación pero no pude evitar que el tono de mí voz sonará seco, frío.

- ¿Que tal? ¿Asi me saludas hoy en día? - se inclinó para dejar un beso en mi mejilla pero di un paso hacia atrás.

Bien echo, campeón.

- ¿Qué es lo que quieres, Amaya?

- En primera saber ¿porque me saludas así, porque te comportas tan grosero conmigo?

Solté una risa amarga mientras negaba con la cabeza.

- ¿Y cómo quieres que te saludé, eh? Luego de dejarme como un imbécil plantado en la iglesia mientras corrías a los brazos de Leonardo - apreté la llaves de mi coche en un puño.

- Oh, vamos. Supéralo ya - sonrió como si nada.

- Créeme que ya lo he hecho. Todo estaba bien hasta que regresaste a Bogotá. Ahora dime que es lo quieres, que llevo prisa.

- ¿Prisa? Pero si ya es la hora de tu salida de esta jaula a la que llamas "trabajo"

Rasque mi ceja en señal de frustración.

- Si no vas decirme nada importante me voy. Con permiso - intenté pasarle por un lado pero ella me detuvo jalando de mi brazo.

- ¿A dónde con tanta prisa, cariño? - sonrió burlona - Oh - sus ojos dieron un chispazo - ¿Vas con tu nueva noviecita? La rubia esa de ojos verdes ¿no?

- No es de tu incumbencia - me solté de su agarré.

- Así que eso es un sí. Vaya, vaya, Villamil.

Sus labios seguían teniendo una risita. En otro momento de la vida, de mi pasado, hubiera borrado esa sonrisa con un beso. Pero no ahora, ni nunca - o eso esperaba - .

- Debo irme.

- No, espera - no se porque razón mi cuerpo obedeció a su voz - vine a buscarte para... eh... Invitarte a comer - elevó los hombros.

- ¿Invitarme a comer? - tomé el tabique de mi nariz para apretarlo - Amaya, no puedes irte con uno de mis mejores amigos, decirme que te habías enamorado de él, el mismo día de nuestra estúpida boda, dejarme como idiota pensando que hice mal contigo y luego volver después de once meses y pretender que no pasó nada.

- Lo siento... Por lo de ese día pero yo -

- Basta - dije molesto - no quiero tus disculpas, no quiero saber nada, ni que paso con tu vida y ni nada. Absolutamente nada.

- Cariño pero yo -

- No vuelvas a llamarme así ¿Has escuchado?
Déjame en paz. Déjame rehacer mi vida como yo te dejé rehacer la tuya.

Agachó la cabeza y cuando volvió a levantarla tenía los ojos llenos de lágrimas.

- No estoy más con Leo.

- No me interesa, Amaya.

No solía ser el tipo que era grosero o que respondía con un tono de voz tan cortante y mucho menos el que dijera palabras hirientes pero algo había cambiado en mí aquel día de la boda.

- Jum - escuché que alguien se aclaró la garganta a mis espaldas. Me giré y me encontré a Micaela con los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido - ¿Interrumpo algo?

La Última Noche de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora