TREINTA Y SIETE

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Deslizo lentamente las manos sobre el vestido blanco de seda que llevo puesto. Con unos finos y delgados tirantes y un escote corazón.

Siento de nuevo esa punzada en mi pecho. Cada día que pasa son más fuertes y comienzo a pensar que debo ir al médico por si se trata de algo pero después vuelvo a pensar que tal vez solo sean nervios de que cada vez falta menos para irme.

Paso las cerdas del cepillo por mi corto cabello. Hoy decidí ondularlo un poco para que no se viera tan liso como de costumbre. Doy otro retoque de rimel en mis pestañas y rubor sobre mis mejillas.
Saqué de una pequeña cajita el collar que mi madre y Jerry me habían dado en mi cumpleaños. Lo sostuve pasando las yemas de mis dedos sobre la pequeña piedra esmeralda, pensando en todo lo que mamá me había dicho ayer.
Regreso a la realidad cuando unas manos fuertes me enrollan la cintura y me pegan al pecho de su dueño, quién me llena de besos en toda la piel descubierta que el vestido no alcanza a tapar.

- Tienes un hermoso color de piel y eso hace que todos los colores te queden a la perfección - susurra sobre mi hombro - Me fascina tu piel...

Cierro los ojos cuando su nariz va hasta mi cuello oliendo el perfume de lavanda que yace sobre mi piel.

- ¿Me ayudas? - pregunto tendiendole en collar.

- Con todo gusto.

Toma el collar entre sus manos y lo pasa por mi cuello, abrochandolo por detrás. Cuando finaliza, deja un beso en mi nuca.

- ¿Sacaste la cena del horno? - pregunto.

- Sí y quedó exquisita la lasaña que has preparado - se echa a reír.

- No se nada de cocina - digo en mi defensa - Me defiendo con eso y con las tartas de zarzamora que aprendí a preparar gracias a mi papá.

Hincho el pecho con orgullo.
Mi padre era un excelente chef. Siempre nos cocinaba los mas exquisitos menús. Siempre me pregunté el por qué jamás se metió a una escuela de chefs.

Con respecto a la cena, todos habíamos quedado de acuerdo de que cada familia traería su cena. No solo era una reunión entre amigos. También habíamos invitado a Mauricio y Carmen, los padres de Juan Pablo, junto con Sofía, Alexa.
Los Vargas traerían a su familia, Simón a Nath y Martín a "una amiga".
Isaza y Mica también traerían a sus familias. Teníamos casa llena y estaba muy feliz por tener gente con quién celebrar. Sentía tanta felicidad que tenía miedo de explotar.

- ¿Crees que todos se vayan temprano? - preguntó jugando con mi collar.

- ¿Por qué lo preguntas? - sonreí poniendome los aretes que él me había regalado tres meses atrás.

- Quiero pasar tiempo a solas con mi hermosa novia en navidad.

Lo tomé del cuello para atraerlo hacia mi y besarlo lentamente.

- Ya habrá tiempo - susurré - podemos escaparnos y subir a una de las habitaciones sin que nadie lo note - me alejé de él guiñandole un ojo antes de caminar hasta la puerta y salir de nuestra habitación -

El timbre comenzó a sonar y justo antes de que comenzará a bajar las escaleras, sentí su mano entrelazarse con la mía.

- Te espero en mi estudio después de la cena - me dice.

Río por su urgencia negando con la cabeza, pensando que no tiene remedio.
Nos apresuramos a bajar y abrirle la puerta a nuestros invitados.
Los primeros en llegar son los Villamil. La pequeña Alexa brinca a mis brazos en cuanto me ve. Tambaleo por el desequilibrio y aún más por los tacones que llevo puestos. Juan Pablo me sostiene y me echo a reír.

La Última Noche de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora