VEINTIUNO

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Jules Davies

¿Cómo duele la ausencia?

No. No es un dolor físico. Es Algo mucho más fuerte que duele en lo más profundo del corazón. Algo que deja una horrible sensación de soledad, que no se encuentra un solo consuelo y que por más que te digan palabras de aliento, por más que traten de ayudarte es imposible hallar el consuelo que tanto has querido encontrar.
La ausencia, desgraciadamente es irreparable y duele tanto el no poder llenarla de alguna forma. Ni con los recuerdos que tu mente tanto se empeña en seguir reproduciendo una, tras otra vez.
Seis largos años después y aun me dolía en el alma como el primer día. Era un dolor que me iba matando día tras día desde que él se había marchado.
Mire a mi alrededor donde había miles de recuerdos en cada lugar y objetos que estaban llenos de recuerdos que en algún momento fueron los más felices pero que ahora eran tortuosos. Esa era la razón por la cual no vivía en este lugar. En este espacio que en algún momento llame HOGAR.

Tome la botella de Vodka que había comprado y la lleve hasta mis labios para darle un trago largo. A esta altura ya ni siquiera sentía el frío ocasionado por estar bajo la lluvia. Había llegado hasta aquí caminando mientras la lluvia me mojaba cada vez más.
Ahora estaba a una temperatura cálida gracias a los efectos del alcohol que estaban comenzando a hacer de las suyas por todo mi organismo.

En mi regazo reposaba un álbum de fotos que había echo junto a mis padres cuando tenía quince años.
Las lágrimas que escurrían de mis ojos empapaban algunas fotografías. Volví a dar un trago del vodka haciendo una mueca por el sabor. Pero la mueca me fue interrumpida por un ruido.

Alguien había llamado a la puerta y eso me enfureció tanto. Estaba segura que era la Señora Harrington quien desde la muerte de mi padre estaba tan insistente en querer comprar esta casa para revenderla a otra familia.

-¡Largo de aquí! - grité hecha una furia.
Maldita sea ¿es que no pueden dejarme sola?
Cuando no volví a escuchar nada seguí hojeando el álbum. Un sollozo escapó de mis labios y volví a empinar me la botella pero esto se vio interrumpido cuando una mano detuvo el camino del vodka hasta mis labios. Fruncí el ceño cabreada y levante la vista lista para asesinar a Micaela - ella era quien sabía dónde estaba con exactitud-.

-¿Qué mierda...

Deje de respirar en cuando vi que no era Mica quien estaba. Era Juan Pablo el que estaba parado junto a mí.

-¿Qué haces aquí? - pregunté en tono amargo.

-¿Que qué hago aquí? - hundió las cejas - me voy por casi dos semanas, te dejo bien, te llamo para saber cómo estas pero después no atiendes al teléfono, regreso y te busco en tu trabajo, en tu casa, me desespero al no saber nada de ti y cuando por fin te encuentro estas ¿así? Ebria solo me dices »¿Qué haces aquí?«

¿Qué? ¿Todo eso había hecho?

-Vete de aquí, Juan Pablo - me límite a decir y volví a empinarme la botella pero él de nuevo lo impidió.

-No, no voy a irme. No sin ti- tiró de la botella y me la quito de las manos.

-¡Agh! - bufé- ¡regresámela y largate de aquí ya!

-¡No!

-¡Damela! - me puse de pie apartando el álbum de un golpe para quedar a su altura y enfrentarlo.

-¡No! - aparto aún más la botella y la dejo en una pequeña repisa lejos de mí.

-¡Mierda Villamil!

-¡Mierda Jules!

Lo fulmine con la mirada y lo hice aún más cuando dio un par pasos hacia mí.

-¿Por qué no me habías dicho nada, Jules? Yo te habría apoyado. No me hubiera ido para no tener de dejate sola en esto.

La Última Noche de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora