TREINTA Y CINCO

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Jules Davies

— Todo al parecer está en orden, señorita Davis. Hemos enviado todas sus pruebas a laboratorio para que puedan analizarlas y darnos el resultado final.

Llevaba días realizandome las pruebas necesarias para saber si era fertil o no era. Hoy era el último examen.
A mi lado, Mica estaba tomando mi mano. Apoyándome como siempre lo había hecho.

— ¿Cuándo tardan los resultados? — pregunté ansiosa a la doctora Miller quién llevaba mi caso.

— De 3 a 4 semanas.

De 3 a 4 semanas... En ese tiempo yo ya no me encontaría en Bogota...

— ¿Tendría que venir a recogerlos ella misma? — indaga curiosa mi acompañante — Saldrá del país la semana que viene.

— No es necesario. Generalmente, los resultados se dan a la paciente porque depende a el resultado final, se decide que es lo que prosigue en caso de ser o no fértil — explica — No tengo problema en dárselos a tu amiga, Jules.

— Sería excelente. Muchas gracias.

Nos da unas cuantas indicaciones más y salimos en silencio de la clínica.
Buscamos el auto plateado de Mica y nos adentramos de nueva cuenta sin decir nada.

Todas las tardes después del trabajo me dirigía a la clínica para los análisis. Me las apañaba para ponerle excusas a Juan Pablo sobre que estaría con Mica comprando cosas para el bebé, que la acompañaría al dentista, que estaría con los Vargas, que unas compañeras de trabajo me habían invitado a salir y cosas así.

Sospechaba que ya no me creía del todo pero no decía nada.

Fijo la vista en la ventanilla y me pierdo en mis pensamientos. En mis recuerdos, sobre la despedida que los del jardín de niños me habían hecho. Con carteles bien decorados en donde decían "Buen viaje maestra Jules" " La vamos a extrañar" , cartas que mis niños me habían hecho con dibujos, y alguna que otra palabra que sus padres les habían ayudado a escribir.
Los padres de familia también habían estado en el festejo. Me llenaron de abrazos y buenos deseos, agradecimientos por los buenos aprendizajes otorgados en sus hijos. Algunos me hicieron regalos y tartas. Todo fue tan lindo que durante todo el día me sacaron lágrimas.

— ¡Jules!

Doy un respingo reaccionando y volviendo en si.

— ¿Eh?

— Dónde rayos tienes la cabeza — me reprende mi amiga — llevo rato hablándote y nada que reaccionas.

— Lo siento, pensaba algo — me rasco el brazo.

— ¿El qué? — saca unas gafas cafés y se las pone.

— Que estoy a nada de irme y que los voy a extrañar mucho.

— ¿Te das cuenta que estás a nada de cumplir tu sueño? Por fin te vas de este lugar.

— Si, lo sé — el tono de mi voz no suena nada emocionado como tendría que estar.

— Con esa actitud hasta yo me contagio de felicidad.

Suelta su cabello y éste vuela con el aire que se cuela.

— Sabes de más que las cosas ya no son como antes, Micaela — recargo el codo sobre la puerta y miro fijamente la ventanilla — Sí no hubiéramos conocido jamás a esos cuatro locos, ahora estarías partiendo conmigo hacia Europa ¿O no?

— Es cierto. Me hubiera ido contigo hasta el final del mundo.

Sonreímos.

— Ahora no lo harás por que tienes una relación estable y un bebé en camino. La vida de ambas dió un giro de 360 grados.

La Última Noche de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora