VEINTITRÉS

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Consideré que por ese día sería suficiente. Terminaría de contarle el resto de la historia el día siguiente.
Estaba agotada y no tenía ganas de seguir. Remover todos esos recuerdos era doloroso. Era como volver a vivir todo ese sufrimiento. Juan Pablo entendío que no quería seguir hablando así que subimos algunas mantas hasta mi habitación, hicimos la cama y nos acostamos.

3:38 am.

Lo tenía con la cabeza sobre mi pecho, mientras que con mis dedos daba suaves caricias en su cabello negro y sedoso. Su respiración era tranquila. Se había quedado dormido a los cinco minutos que su cuerpo había tocado la cama.
No lo culpaba, estaba cansado. Había apenas dormino un poco en el avión. Me contó que no había podido descansar por la preocupación que tenía sobre mi repentina desaparición. Había estado como loco buscándome apenas puso un pie en tierra.
Todo aquello que mencionó anteriormente, me pareció el gesto más lindo que alguien hubiera hecho por mí. Era incluso raro, saber que podía preocupar a más personas sobre mi ausencia.

Justo en este punto, me sentía tranquila. Me sentía a salvo.

Sí dábamos vuelta al pasado. Justo hace seis años, hace cinco, cuatro, tres, dos y un año. Ustedes hubieran presenciado lo peor de mí. Hubieran sentido tanta tristeza como yo al verme. Al ver el estado tan horrible y jodidamente deprimente en el que me encontraba. Al ver a una Jules tirada en el suelo junto a la chimenea o justo en medio de la sala de estar con botellas de vodka vacías y algunas más a la mitad. Con el alma hecha pedazos y el corazón que yo mismo iba reconstruyendo dia con día desecho. Porqué sí, yo sola me encargaba de volver a romperme en mil pedazos.

Tener a alguien conmigo que me apoyara y escuchará justo ahora, era especial. Ahora no me encontraba llorando hasta quedarme dormida en suelo frío, borracha y sola. Hoy estaba en mi antigua cama, sobria, celientita y acompañada por hombre que desde hoy consideraba el amor de mi vida. Al que por fin había dicho te amo sin temor y sin pensarlo.

Antes tenía tanto miedo de amar y ser amada. Ahora estaba dispuesta a todo por amarlo.

Y es que a veces no necesitamos que llegue alguien a nuestra vida y que nos arregle. A veces necesitamos a alguien que nos quiera mientras nosotros mismos nos arreglamos. Y con él tenía ambas cosas. Él me quería tanto que era capaz de romperse a si mismo para darme las piezas que me faltaban pero también era capaz de darme mi espacio y dejar que sola reparará todo el caos dentro de mí.

Así que por primera vez en años me permiti dormir plácidamente con un dolorcito palpandome en el pecho. Dolor que sentí disminuyó cuando él me rodeo la cintura con sus brazos.

*

- ¿De dónde has sacado todo esto? - pregunté tallandome los ojos. Recién había despertado.

- Fuí a comprarlo está mañana. Hay un súper a diez minutos de aquí- sonrió mientras caminaba hasta mí -. Buenos días preciosa - susurró cerca de mis labios y luego los besó con suavidad y ternura.

- Buenos días - respondí separándome de su boca -. ¿Porqué no me despertaste para acompañarte?

- La verdad es que te vi durmiendo profundamente que no quise despertarte. Lucias cansada anoche.

Asentí mientras tomaba asiento en uno de los bancos altos frente a la barra de la cocina.
Juan Pablo había servido ya el desayuno: Unos waffles con nutela y fresas, jugo de naranja, fruta picada en perfectos cuadritos con granola adornando el cóctel.
Pasé la vista por la desordenada cocina y la detuve en los restos de naranjas sobre una tabla de picar.

- ¿Tu has hecho el jugo de naranja? - levanté las cejas.

- ¿Quién si no? - respondió divertido.

- Si no mal recuerdo unos cuantos pasos del súper mercado venden jugo de naranja fresco.

La Última Noche de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora