capítulo 38.

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8 de Abril de 2017.

Antonella

Terminé de ponerme el aro en la oreja derecha y fui directa al espejo a darme un vistazo general. Y sí, estaba conforme.

Hoy con Paulo teníamos que asistir a una cena de la Juventus. Según me explicó, la hacían todos los años con un fin benéfico. También le entregaban distinciones a ciertos jugadores, directivos y empleados del club en general.

La prensa estaría presente, por lo cual las entrevistas iban a ser inminentes. Con suerte a mí me ignoraban y le hablaban a él, aunque debía decir que mi italiano había mejorado mucho.

Prefería ser ignorada igual porque no quería exposición, lo que era difícil de pedir estando en el lugar en el que estoy.

Me miré una última vez en el espejo y por un momento me saltó la duda, por lo que llamé a Paulo.

—¿Qué pas..? Ufff. —se metió las manos en los bolsillos.

—¿Estoy bien? La verdad. —me paré derecha, con los brazos en jarra. —¿O es un montón?

—Antonella.. —negó y me miró detenidamente de arriba a abajo.

—¿Qué? ¿Estoy re mal vestida, no? Sí, me voy a cambiar. —caminé decidida al guardarropa.

—¿Eh? ¡No! —empezó a caminar atrás mío. —Te miraba así porque no lo puedo creer. Estas..

Ah, ya empezaba el cordobés chamuyero. Siempre que le pedía una opinión de cómo estaba vestida, me decía lo mismo.

—¡Ay, estúpido! ¿Entonces estoy bien?

—Re bien estas.

—Paulo, te estoy hablando en serio.

—¡Y yo también! Quedate así que estas hermosa. ¿Queres que lleguemos un poco más tarde?

—Sé lo que estas insinuando y no. —lo agarré por los hombros e hice que se de la vuelta para salir. —Vámonos.

—Después el aburrido soy yo.

Me reí porque parecía que los roles habían cambiado y el que no perdía oportunidad para insinuarse era él, cuando esa por lo general era yo. Pero no me quejaba de haberlo cambiado en ese sentido, al contrario, lo disfrutaba todos los días. Y él se notaba que también.

[...]

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Paulo

Miré a Antonella a lo lejos, hablando cómodamente con las mujeres de otros compañeros.

Me sorprendía la rápida afinidad que tenía con todo aquel que me rodeaba. Era increíble, nadie iba a decirme nada negativo de ella. Se integraba súper fácil.

Hace un rato estábamos acá y si bien la estaba pasando bien, ya me gustaría estar metido en la cama. La formalidad del evento había terminado hace media hora y ahora cada uno estaba en la suya, disperso.

Le mandé un mensaje y me di cuenta de que le llegó porque levantó la cabeza, me miró, le dijo algo a las chicas y empezó a caminar hacia mí. No sin antes agarrar la copa de champagne que el mozo le había ofrecido.

—¿Qué pasa? —corrió la silla y se sentó.

—Nada, Morata me dejó solo y me aburría.

—Ah.. ¿te queres ir?

—¿Vos sí?

—Como quieras, Pau.

Miré todo el lugar y como vi que algunos ya estaban saliendo, decidí inclinarme por el sí.

[...]

—¿La pasaste bien? —pregunté mientras subíamos al ascensor.

—Sí.. —se sostuvo de mi brazo para sacarse los zapatos. —Pero estoy matada. ¿Viste que al final me preguntaron un montón de cosas?

En la entrada, además de habernos sacado fotos, hubo lugar para las notas. En un momento, no recordaba cómo, yo terminé en una punta y Antonella, en la otra. Llegué a suponer sobre lo que le preguntaron exactamente, pero no me preocupé porque ya estaba canchera con las entrevistas. Y porque acá, a comparación de Argentina, eran más respetuosos a la hora de preguntar.

Vivíamos realidades muy parecidas en cuanto a la exposición.

—Aunque ya estoy acostumbrada, así que no pasa nada. —siguió hablando. —Pero pensé que iba a zafar porque acá no me conoce nadie. Súper tranqui igual, en Argentina..

—Sí, ya sé, allá te arman unas re novelas. No sé cómo aguantas todo eso.

—Hay cosas por las que es mejor no preocuparse.

Llegamos al piso y saqué las llaves.

—Apurate porfi que me estoy meando. —empezó a balancearse de un lado a otro.

Ni bien abrí la puerta, pasó corriendo y me dejó atrás.

Estaba muy cansado. Siempre solía pasar buenos momentos en esta clase de eventos, pero al estar constantemente en contacto con gente ya sea hablando, sacándome fotos, etc, en un momento llegaba a saturarme un poco y lo único que quería era estar en la tranquilidad de mi casa.

Creo que nunca iba a terminar de acostumbrarme, por más que para el exterior mostrara otra cosa.

Me apoyé sobre el respaldo del sillón y me quedé mirando un rato el celular.

—¿Ya venís?

Levanté la vista al escuchar la voz de Antonella y me encontré con que ya estaba cambiada para dormir, bah, estaba en ropa interior.

Solo me limité a asentir y guardar el celular en el bolsillo del pantalón.

Y ella empezó a acercarse..

Nunca nos íbamos a cansar del otro.

—Pareces un muñequito de torta. —pasó los brazos por mi cuello.

La agarré de la cara para profundizar más el beso y terminar donde los dos queríamos.

Tendría que estar cuidándome físicamente y no haciendo esto cuando en tres días tenía un partido importante, pero en breve se iba para Argentina por apenas unos días y la iba a extrañar.

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora