capítulo 26.

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3 de Abril de 2018.

Paulo

Roma había sido un sube y baja de emociones constante, al igual que toda mi relación con Antonella. Tuvimos momentos, sí, pero más malos que buenos. Y los buenos fueron intensos, muy. Lo nuestro fue tan intenso en tan poco tiempo que creo que ese también fue uno de los puntos de quiebre.

O capaz estaba tratando de buscar una justificación a mis errores.

Por suerte cuando volví estaba solo mi mamá y ni hizo falta decirle algo porque mirándome ya se había dado cuenta de que no tenía ganas de hablar del viaje. Comimos mientras mirábamos una serie y un rato más tarde ya estaba en su departamento para dormir.

Ahora estaba esperando a Agustín, que obvio tenía una vida y no podía ocuparse de la mía viniendo a la hora que a mí se me cantara, pero siendo él la persona de mi entorno que más la conocía, era al que más necesitaba.

—A Antonella no la voy a ver nunca más en mi vida. —dije apenas cruzó la puerta.

—¡Pero, pará! ¿Qué pasó?

—Te cuento... —nos sentamos. —La pasé a buscar, llegamos al departamento, hablamos, estuvimos y hasta ahí, todo bien. Ahora, al otro día... —suspiré.

—¿Qué?

—Se encerró en el baño con mi celular y habrá estado, no sé, cinco minutos ahí. Salió pidiéndome que la lleve de vuelta a lo de la hermana.

—Pero para ponerse así es obvio que vio algo, Paulo. ¿Qué fue?

—Supongo que una conversación con Oriana.

—¿Vos sos boludo?

—¡Pero no es lo que estas pensando! Fue un intercambio de palabras, nada más. ¿Vos pudiste hablar con ella?

Una de las cosas en las que más iba a pensar de acá a un tiempo era en su respuesta. ¿Qué me iba a decir esa noche? ¿Iba a darme una segunda oportunidad o no?

—Traté, pero no me contestó. —sacó el celular para fijarse nuevamente si recibió respuesta. —Ni el visto me clavó y eso que se lo mandé hace bastante. Ahora le hablo a Camila para ver qué onda. ¿Pasó algo entre esta mina y vos? ¿Se vieron? —preguntó mientras escribía.

—No... o sea, sí nos vimos pero no pasó nada. Te lo juro.

—Jodete, hermano. Qué queres que te diga. —bloqueó el dispositivo y lo dejó a un lado para centrarse en mí. —Yo no voy a volver a decirle que te escuche y todas esas boludeces. Ya está, dejala en paz. 

—Para... —tragué en seco. —Hay más...

—¿Qué cagada te mandaste?

[...]

Antonella

El enojo se me había ido, la tristeza no, pero apareció un sentimiento nuevo que era la frustración. Y así estaba desde ayer que llegué de Roma, frustrada.

Si bien por un lado mis intenciones de volver con él estaban y quería que pasemos un lindo día después de tanto tiempo, por el otro también había ido con la idea de que probablemente esa era la última vez juntos y quise aprovechar cada segundo besándolo, abrazándolo y teniendo todo el contacto físico posible.

No pude evitar que en más de un momento se me escaparan algunas lágrimas, de las cuales él se dio cuenta, porque ya nos imaginaba lejos, sin ni siquiera hablarnos y eso me hacía mierda.

Lo peor era que en este momento no tenía a nadie con quien descargarme porque Camila hoy a la mañana se fue a Rosario por una pasantía de la facultad, Belén no daba más de lo tapada de estudio, Sofía anoche volvió al país y estaba arreglando algunas cosas del trabajo y Agustina lo mismo, recién llegada para que su familia, y nosotras, conociéramos al bebé.

Mi mamá también estaba enterada del encuentro, a la vuelta en el avión me preguntó y le mentí diciéndole que estaba todo bien, sé que igualmente no me creyó pero no preguntó más porque mi cara delataba no tener muchas ganas de indagar en el tema. A la tarde aterrizamos en Argentina, llegué a mi departamento, me fui directo a mi habitación mintiéndole a mi hermana que tenía mucho sueño y me tiré a la cama a llorar.

Mi único consuelo ahora era yo diciéndome a cada rato que las decisiones correctas también dolían.

Me paré a tirar un pañuelito y escuché como me tocaban la puerta, supuse que era algún vecino ya que no dejaban entrar a nadie que no fuera del edificio o conocido de alguno.

Me sorprendí al ver a Agustina.

—Boluda, ¿qué haces acá?

—Tengo que contarte algo.

—¿Qué pasó? —pregunté preocupada al verla tan seria y la agarré de la mano para llevarla conmigo al sillón.

—¿Me prometes que cuando te lo diga te vas a quedar acá? 

—Sí...

—Bueno... —suspiró. —¿Te acordas...? ¿Te acordas que Sofía dijo que se quedaba en París porque el viaje en Italia se había cancelado?

—Sí.

—No fue así.

—No entiendo para dónde va...

—Fue a Italia también. —me interrumpió. —Solo que no te lo dijo para que no sospecharas.

—¿Sospechar de qué? —la miré inquieta y al ver que no me contestaba, me desesperé e insistí casi amenazante. —Agustina, ¿sospechar de qué?

—Sofía y Paulo... ellos...—siguió, haciéndose eterno. —Ellos estuvieron juntos.























[...]

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora