capítulo 21.

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17 de Marzo de 2018.

Antonella

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antonellaschiavi

👀paulodybala, lucasalario y 699

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[...]

Hubiera hecho la videollamada más larga del mundo con Agustina sino fuera porque tanto mi amiga como Romeo, el primer bebé del grupo al cual con Camila y Belén teníamos el privilegio de llamar sobrino, necesitaban descansar. Más adelante arreglaríamos para conocerlo personalmente, ahora creíamos que no tenían que lidiar con que le invadieran la casa y que ella, el bebé y Luciano debían mantener cierta privacidad —tranquilidad— en estas primeras semanas.

El martes en El Monumental fue el primer partido de la última fecha de Eliminatorias, y Paulo me hizo saber que hoy sábado y mañana domingo tendrían días libres. Sabía que no me lo decía para tirarme un comentario al azar, me lo decía para tantear el terreno y ver si yo quería que nos veamos.

Hace unos días cuando hablábamos traté de decirle que el encuentro no iba a poder ser porque tenía un partido más que importante de por medio y quería que su enfoque esté solamente en eso, pero finalmente me tenté y aproveché que milagrosamente tenía un día libre y le dije que sí.

El lugar, como siempre, era mi departamento.

En media hora tendría que pasar a buscarlo por el predio y no tenía idea de a qué hora pensaba volver, pero por las dudas Camila ya estaba en lo de Belén para quedarse a dormir ahí. Valía recalcar que mi hermana y mis amigas eran las únicas en saber que el cordobés estaría en mi casa, porque si bien mi mamá no me diría nada, ni en pedo me arriesgaría a enfrentar las miradas de reprobación de mi papá y de mi hermano.

[...]

Paulo

—Bueno, esperemos que no haya nadie. —dijo Antonella a una cuadra, haciendo referencia al haul de entrada.

—Ya nos vieron una vez...

—Sí, pero no quiero que te vean. Después andan chusmeando entre ellos y se piensan que no me doy cuenta. —saludó al seguridad que estaba en la garita y esperó a que le abra la reja corrediza para poder entrar al estacionamiento.

Estacionó y bajamos para ir al edificio.

—¿A qué hora te vas? —preguntó ni bien entramos al ascensor y apretó el botón de su piso.

—¿Me puedo quedar? —me quedé mirándola fijo por unos segundos y viceversa. —¿Sí? —sonreí.

—¿A qué hora tenes entrenamiento?

—A las once.

—¡No! ¡Yo no me voy a levantar temprano un domingo! ¡Estoy a cuarenta minutos del predio!

—¿Diez de la mañana te parece temprano, Antonella?

—¡Para un domingo, sí!

—Igual me vas a tener que llevar.

—¡Y ya sé! ¿Qué te vas a ir? ¿Caminando? —salimos del ascensor y llegamos a su departamento. —Te hubiera dicho que no vengas, mirá. —bromeó mientras abría la puerta y me hacía pasar primero.

—¿Camila no está?

—No, hoy duerme en otro lado.

—¿Mi amiga no me quería ver?

—Ya te imaginarás...

[...]

Yo no tenía ningún problema en salir un rato por más que el humor de algunas personas con la selección no fuera el mejor, pero Antonella prefirió no arriesgarme y pasamos toda la tarde en el departamento. Mejor dicho, no arriesgarme y no arriesgarse.

Si el próximo partido no lo ganábamos, lo que significaba quedar fuera del Mundial, lamentablemente la gran mayoría se la iba a agarrar con ella también. Y ella era una persona de enojarse muchísimo cuando saltaban con boludeces como esas y yo, claramente, no quería eso.

Recién habíamos terminado de cenar y ahora solo nos quedaba esperar el helado que pidió por delivery.

—No te conté, ahora a fin de mes me voy a Italia. Tres días.

—¿En seri...?

—A Roma, eh. Así que no empieces con tus cosas porque de ese lugar no me muevo.

—¡Daleee! —renegué porque me leyó la mente. —Como te gusta pincharme el globo.

—Voy por mi mamá. —empezó a explicarme. —Íbamos a hacer unas fotos en Uruguay pero al final lo hacemos en Italia porque mi hermana, Jessica, conoce gente que se dedica a eso y está interesada.

—Igual no hace falta que vos vayas para Turín, yo puedo ir a Roma...

—Pero no lo vas a hacer...

—¿¡Por qué no!? —me levanté del respaldo del sillón y me senté.

—¡Baja la voz, boludo! —se rio ante mi repentina indignación y me empujó por los hombros para que me vuelva a acostar.

[...]

—Eu... —empecé a mover despacio el brazo de Antonella para que se despierte, algo que me estaba costando debido a que nos habíamos dormido a las casi cinco de la mañana y actualmente eran las nueve y media. —Anto... 

Ya fue, la dejo hasta las diez.

Fui al baño, me lavé los dientes y fui a la cocina para desayunar. Mientras hacía eso, miraba y contestaba los mensajes tanto de mis amigos, como los del grupo de la selección y mi hermano mayor preguntándome dónde estaba.

"En un rato estoy en el predio" Listo, que se conforme con esa respuesta.

Volví a la habitación para, ahora sí, despertar a Antonella.

Me senté en la cama y le empecé a acariciar la cintura aprovechando que la sábana se había corrido por tanto moverse de un lado al otro.

—Anto, dale que ya son las diez. Dale, gorda...

—No... —susurró aún con los ojos cerrados.

—Sí, dale. —me acerqué al cuello para darle un beso y me quedé ahí porque me abrazó lo suficientemente fuerte para que no me moviera.

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora