capítulo 37.

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25 de Marzo de 2017.

Antonella

La manía que tenía Paulo de saltar con un viaje random era increíble.

Habíamos llegado hace tres días a Mónaco, ya que tenía unos días de descanso antes de empezar con una seguidilla bastante intensa de entrenamientos y partidos.

Por mi parte, tenía la posibilidad de las clases virtuales. Y en cuanto al baile, la dueña y profesora del estudio estaba de vacaciones hasta dentro de un mes, algo que me habían informado antes de anotarme. Pero decidí inscribirme igual y tener aunque sea esos poquitos días porque no podía estar tanto tiempo sin hacer lo que más amaba en el mundo.

Ahora mi realidad era totalmente distinta porque estaba muy relajada con el sol en la cara, acostada en el yate que no hacía falta decir quién lo alquiló.

Como dicen, los gustos hay que dárselos en vida. Y yo no estaba dispuesta a llevarle la contra a ese dicho.

Me levanté dispuesta para ir al baño, no sin antes agarrar el celular para entretenerme mientras. Aunque no lo estaba encontrando, por lo que empecé a revolver el desorden que había hecho y tenía al lado.

Al fin.

Estaba en el fondo del bolso, enredado en una toalla.

Me quedé unos minutos revisando las notificaciones que tenía.

—¿No necesita nada más? —preguntó el chico que nos asistía con todo lo que necesitábamos. 

No me gustaban las formalidades, pero tampoco iba a decirle que me tutee porque no quería incomodarlo como a la pobre azafata de aquella vez.

—Nono, gracias.

Creo que, sin querer, encontré la respuesta a mi pregunta.

Mónaco era soñado y era lógico que fuera concurrido, pero quería algo más íntimo entre nosotros. Necesitaba aprovechar a Paulo lo máximo posible hasta que el fútbol me lo arrebate.

—¿Te puedo preguntar algo? —me apoyé en la baranda.

—Sí, no hay problema. —dejó las cosas que había juntado en la mesa de atrás.

—Vos que conoces más este lugar que yo.. ¿sabes de algún lugar en el que no haya tanta gente? Alguna playa más tranqui, no sé.

—Hay una como a media hora del centro..

Y ahí empezó a contarme más o menos de algunos lugares a los que podía ir. Me explicó desde cómo era el clima, qué actividades podían hacerse, etc.

—¿Qué ondaaa? —se acercó Paulo e hizo que me moviera un poco para adelante, con el fin de ponerse atrás mío, abrazándome firmemente por la cintura y apoyándome el mentón en el hombro.

El chico nos miró incómodo.

—Bueno, si no necesita nada..

—Gracias. —le sonreí amablemente.

Me desenredé de Paulo y me di la vuelta para mirarlo fijo, cruzada de brazos.

Quería reírme pero también que se creyera mi papel de enojada.

—Me di cuenta de lo que acabas de hacer.

—¿Eh? No hice nada yo. —se hizo el desentendido. 

—¿Y por qué viniste como un perro a marcar territorio? Te faltó mearme nada más.

—¡Pero para, exagerada! Hace un rato me desperté y vi.. cómo te miraba.

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora