capítulo 24.

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29 de Marzo de 2018.

Antonella

El martes después del programa, en realidad tirando más para el miércoles a la madrugada, me subí al avión junto con mi mamá y mi hermana. Por suerte el vuelo se me había pasado bastante rápido y ya estábamos acá.

Mientras Camila y yo preferimos quedarnos en la casa de mi hermana, mi mamá se quedó en un hotel cerca del Coliseo por trabajo, al fin y al cabo esa era la razón del viaje. Cuando nos necesitara iríamos para allá, total la distancia entre ambos lugares no era mucha.

—¡Al fin! Qué lindo tenerlas acá. —dijo Jessica. ¿Cómo están?

La última vez que me había visto fue en la final de la Copa Italia, hace casi un año, y a Camila hace un año y medio. Si no hubiera sido por mi relación con Paulo, también ese hubiera sido el tiempo sin vernos.

—¡Bien! —mi hermana alzó a una de mis sobrinas. —¡Y ahora que veo a esta bebita, mucho mejor!

—¿Y vos? 

—¡También! ¡Me encanta estar acá!

—Bueno, podrían venir más seguido... —nos reclamó. —¡Venganse de vacaciones acá la próxima, loco!

Sonreí y dejé que hablaran entre ellas para agarrar el celular y buscar el chat que no abría desde hace una semana, es decir, el chat de Paulo. La verdad es que yo estuve más ocupada que de costumbre, pero también un poco molesta y preferí no hablarle para no decir algo de lo que me pudiera arrepentir.

Él sabía que yo sabía sobre cierto rumor y que esa era la razón por la que no me habló en estos días. Él seguro me va a decir que no lo hizo porque no le iba a contestar cuando en realidad fue porque me tiene un poco de cagazo.

Es como cuando el perro se esconde del dueño porque sabe que se la mandó.

Así, tal cual.

Y es algo totalmente inútil, ya que es consciente de que por más que esté enojada por x razón o circunstancia, la debilidad que tengo por él, no la tengo por nadie. Y tiene pruebas de sobra: nuestro encuentro en Turín. Nuestro encuentro en Amalfi. Nuestro encuentro en Nueva York. Nuestro encuentro en Córdoba.

¡Nuestro encuentro en mi propia casa hace casi dos semanas!

En todos esos momentos se suponía que tenía que estar enojada o alejarlo y no pasó ninguna de las dos.

[...]

Paulo

Fui al vestuario después de terminar de ducharme, con una toalla en la cintura y otra en la mano secándome las gotas que me caían del pelo.

—¡Eh! ¡Pasame el desodorante! —el Pipa pegó el grito.

Se lo tiré desde mi lugar y miré el mensaje reciente en mi celular.

Antonella.

"Lleguéeeeeeee"

Me sorprendió que me haya hablado y más para decirme eso porque no me esperaba que lo hiciera y mucho menos para avisarme que ya nos podíamos ver. Aunque ahora, pensándolo bien, me lo tendría que haber visto venir, si ella la mayoría de las veces fue la de las iniciativas o la de hablar las cosas sin dar tantas vueltas.

No pasaron ni cinco minutos que ya la tenía llamándome.

—Sos un cagón, Paulo. —rio del otro lado apenas atendí.

—¡Eh! ¿Por qué? —salí de donde estaba para quedarme en el pasillo aprovechando que los empleados ya no estaban porque el turno había terminado.

—¡Porque no me hablaste!

—Y si no me ibas a contesta...

—¡Deja de decir eso que sabes que es mentira! Si yo no te hablo vos ni a, eh. Dios. 

—Bue... —chisté. —¿Hasta cuándo estas acá?

—El domingo a la noche me voy. ¿Qué día es hoy? ¿Jueves? Sí...

—Yo mañana juego y tarde encima... —me lamenté. —No puedo viajar todavía.

—Sí, ya sé. Nos podemos ver el mismo domingo que me voy igual, no hace falta que sea ya.

—Na, qué domingo... —hice un montoncito. —Yo te quiero toda una noche para mí.

—Bueno, eh... Romeo...

—El sábado estoy ahí.

—¿Pero a qué hora? Mira que tengo que hacer algunas cosas.

—¿Cuándo te desocupas?

—Tipo seis, siete. ¡Ah! Y otra cosa, ¿dónde vamos a estar?

—Por eso no te preocupes que te paso a buscar y ya vas a ver. ¿Dónde te estas quedando?

—En lo de mi hermana.

—Te aviso cuando esté allá y me pasas la dirección. ¿Está bien?

—Sí, re.

—Dale, hacemos así entonces. Eh, Anto, te dejo que todavía sigo en el club y ya me tengo que ir. —me empecé a despedir al ver a Gonzalo salir y hacerme una seña de que me apure.

—Besoooos. ¡Nos estamos viendo!

Corté y volví con mi compañero, el cual me miraba esperando a que le contara lo que acababa de pasar.

—¿Y...? —sonrió.

—¿Qué? —sonreí también al verlo.

—¿Cómo qué, boludo? ¿Era Antonella, no?

—Sí.

—Ah, ¿viste que no se iba a enojar por lo que pasó el otro día?

—Vos qué sabes, payaso. Ahora no me dijo nada pero es obvio que cuando nos veamos lo va a hacer. ¿Y ahí qué le digo? "No, sabes que el boludo de mi amigo estaba jodiendo nada más." No me va a creer ni en pedo.

—Decile la verdad...

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora