capítulo 34.

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25 de Octubre de 2017.

Antonella

—¿Este te gusta? ¿O mejor este?

Hace media hora que estaba en videollamada con Dolo porque necesitaba la ayuda de alguien para que me asesorara con la ropa para un evento y ella era la persona más indicada de todas las que conocía.

—Ay, ese me encanta. Estoy entre ese o el primero que me mostraste.

—¿Me bancas que te muestre uno más?

—Sí, dale.

Me corrí de la cámara del celular para que no me viera, tal cual lo hice cada vez que me cambié, y nos pusimos a hablar de boludeces mientras me ponía el vestido.

—Mira.. —volví a pararme frente a la cámara. —Desde ya te digo que no me gustó apenas me lo puse.

Dejó de prestarme atención y empezó a mirar reiteradas veces en otra dirección.

—¡Dolo! 

—Perdón, es que hay un mosquito muy molesto por acá.

Rodé los ojos, entendiendo a lo que se refería.

—Uf, me imagino lo molesto que es.

—A ver, mostrame el que te pusiste. 

Y así lo hice, me alejé un poco para que pudiera verme bien.

—Te decía que no me gustó apenas me lo puse.

—A mí me encanta. —me hizo una seña con la mano diciéndome que espere y volvió a mirarlo a él. —¡No puedo ahora! Dios.

—Mostramelo.

Me entendió enseguida porque cambió a cámara principal en apenas un segundo. Y ahí estaba, muy cómodamente sentado y con una sonrisa que no le entraba en la cara.

—Hola. Sí, podes no molestar.

—Es mi casa.

—Es un ratito nada más. Tenes todo el tiempo del mundo para hablar con ella, si vive con vos.

—Pero seguí tranquila, como si no estuviera.

—¿Sabes qué, Dolo? Mejor te dejo y cualquier cosa la seguimos más tarde que yo ya me tengo que ir.

—Como te escapas de mí, eh.

Ya estaba consiguiendo lo que quería desde el primer momento en el que nos vino a interrumpir, es decir, ponerme del orto.

—Callate y deja de decir tantas pelotudeces.

—¡Bueno! —se metió Dolores. —Para empezar, ustedes no tendrían ni que dirigirse la palabra. A ver si dejan de pelearse como nenes de diez años y cada uno se va a hacer lo que tiene que hacer.

—¿Por qué? —reclamó él.

—Tiene razón. —coincidí con ella.

—¡Cómo que por qué! Ustedes cada vez que se juntan solo se mandan cagadas. —miró a Paulo. —Además, Antonella no quiere que le hables.

—¿Por qué? Que me conteste ella.

—Porque te odio.

—Dale, ahí te creo.

—¡Me chupa un huevo que no me creas!

—Qué pendeja que sos.

—Y sí, tengo diecinueve años.

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora