capítulo 17.

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22 de Febrero de 2018.

Antonella

Mis amigas hace unos días estaban tratando de sacarme de la cabeza a mi ex y seguían muy comprometidas con el tema. Tanto que quisieron engancharme con cuanto conocido se nos cruzara, algo a lo que me negué por completo.

Pobres, si supieran que estoy más cerca de él que nunca.

Seguía firme con la postura de no querer volver con él, pero últimamente sentía la necesidad de tenerlo cerca y eso era lo que me tenía demasiado confundida; el hecho de quererlo pero no en el sentido que a él le gustaría.

No me parecía justo darle falsas esperanzas o "usarlo", por decirlo de alguna manera. 

Siempre le fui muy sincera y nunca me costó o dio vergüenza admitir mis sentimientos, pero tenía mis dudas sobre decirle lo que me estaba pasando porque sentía que quedaba repetitivo y ya estaba harto de escuchar siempre el mismo cuento.

Dios, si las chicas me escucharan... Sin ningún tipo de duda me dirían que deje de preocuparme por él cuando él nunca lo hizo por mí cuando tenía que hacerlo. Pero no podía negar que aún así extrañaba salir, dormir o simplemente estar, juntos.

Era una persona que se hacía extrañar bastante. O tal vez yo lo veía así porque lo que sentía estaba igual de intacto que el día que lo conocí. 

Llegó hace medianamente poco a mi vida y logró ser la única persona en darme tranquilidad en momentos donde la cabeza me jugaba una mala pasada. Y eso lo lograba con tan solo hablarme a través de una pantalla o estando cerca.

Me sorprendía y me asustaba, en partes iguales, el poder que podía llegar a tener sobre mí porque ni mi familia y amigos llegaron a tener tanto.

Se me estaba haciendo todo tan difícil que empezaba a creer que ni la terapia podía ayudarme. 

[...]

Paulo

Salí de bañarme y fui directo a la cama para ya irme a dormir. Aunque antes tenía algo pendiente y era una videollamada con Antonella.

Me acomodé y agarré el celular.

—Hola... —saludó del otro lado.

—Anto, hola. ¿Cómo andas? ¿Te desperté? —pregunté al ver que también estaba acostada y con cara de dormida.

—Mmm, no tanto. —se refregó el ojo y bostezó. —Ya estaba media media y el ruido del celu me terminó de despertar. Recién llegué de dar clases y aproveché a tirarme un ratito.

—¿Y cómo va eso? ¿Bien?

—¡Re! Las nenas son un amor, no sabes. ¿Qué pasó que querías hablar? ¿Pasó algo?

—No. Bah, puede ser. —dudé.

—¿De qué? ¿De lo que salió con el pibe ese?

—¿Eh? ¿Cómo sabes?

—Dolo me contó que estuviste viendo cosas. —sonrió.

—Qué botona que es.

—No pasó nada, si es lo que queres saber. Él no me gustaba tampoco, era medi...

—¿Pesado?

—Sí, maso. No me gusta decirle así tampoco porque era buena onda, pero a veces se pasaba de confianza.

—Demasiada confianza diría yo. Bien pegadito lo tenías.

—Ay, vos sabes que en los boliches no se escucha nada. ¿Cómo nos conocimos nosotros?

—¡No es lo mismo! Entre nosotros pasaba algo, con él no.

—Bue, pasar. Recién nos conocíamos, Paulo.

—Yo a vos ya te conocía.

—Sí, y yo a vos también. Me refiero a personalmente.

—Pero vos me dijiste que yo te gusté desde el primer momento. ¿Ves? No es lo mismo.

—Ponele. ¿Para eso me querías hablar?

—Sí, también quería verte un rato.

—¿Mañana entrenas?

—Sí, a las ocho. ¿Vos vas a la facu?

—Ajá, y tengo ensayo de la obra.

—¿Salís?

—No creo, voy a terminar muerta. Seguro venga Belén a casa nomás.

—Hablando de tus amigas... ¿todavía no saben nada?

—No, pero justamente mañana seguro les diga.

—¿O sea que ya te puedo seguir en Instagram?

—¡Ni se te ocurra!

—¿Por qué? —me quejé.

—Porque ya sabes cómo son; alguien que está muy al pedo se va a dar cuenta y van a empezar a hablar un montón de boludeces que no quiero salir a contestar. Ya me pasó otras veces y es una paja, porfa.

—Si me lo planteas así... está bien. Igual, ¿no tenes algún periodista amigo que te deje de romper las pelotas?

—Ja, les estas pidiendo un montón a los que me trataban de trola cuando tenía dieciocho años. No les importa nada con tal de tener algo de que hablar. Hay protegidas, puede ser, pero yo no soy una ni ahí.

—Qué ambiente de mierda, Antonella.

—Y bue... —elevó los hombros en un gesto de resignación. —Yo elegí esto también.

—Sí, pero no tienen el derecho de tratarte así.

—Ya sabes que me chupa un huevo igual.

—Pero te cansa...

—¡Obvio! Bueno, me quiero ir a merendar viste...

—Ah, ya me estas cortando.

—Un poquito, puede ser. Mañana hablamos.

—Ok, ¿entonces me puedo quedar tranquilo?

—¿Con qué? —preguntó confundida.

—Que no estas con nadie...

—¡Ay, Paulo! —sonrió. —No, no estoy con nadie. Ya sabes que a mí solo me gustas vos.

—¿Entonces por qué no volves conmigo? ¿Eh?

—Porque no es tan fácil como crees. ¡Chau! Ahora sí. ¡Un beso! —se despidió.

Íbamos a paso lento pero firme. Muy firme.

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora