capítulo 8.

366 30 16
                                    

26 de Enero de 2018.

Antonella

Ayer a la mañana me llamó la dueña del estudio donde hacía danza preguntándome si hoy podía verme y aún sin tener idea de lo que quería, le contesté que sí.

Hace unos minutos volví de dicha reunión donde, para mi sorpresa, me ofreció ser una de las profesoras de los nuevos turnos de clásico para adolescentes. La verdad que me agarró completamente desprevenida, pero no lo pensé ni un segundo y le dije que sí.

Estaba más que agradecida no solo por este trabajo sino porque hace unas semanas también había recibido el llamado de un productor para una aparición en una obra a mitad de año que consistía en tener un invitado por mes, que en este caso sería yo.

Así que esas eran las noticias, no podía haber empezado mejor el año.

Ahora estaba esperando a Sofía para ponernos al día con nuestras cosas, ya que no pudo venir a la juntada el día en el que volví ni después por compromisos relacionados a lo laboral.

También estaba muy contenta por ella, se merecía lo que le estaba pasando después de todos los bajones que pasó.

El calor que hacía afuera era sofocante y quería bañarme de vuelta, pero me arrepentí cuando pensé en mi amiga porque en la ducha tardaba mucho y si lo hacía iba a tener que esperarme abajo comiéndose todo el sol hasta que el de seguridad le diera mi ok para entrar.

Creo que sería mejor idea preparar algo fresco para tomar y liviano para almorzar.

[...]

Íbamos a comer en la mesa de afuera pero no dudamos en encerrarnos con el aire cuando abrimos el ventanal y nos vino todo el viento caliente en la cara.

—Uf, no puedo más con este calor. —resongó mientras se servía ensalada para acompañar la tarta. —Pero dale, contame.

—Nada, Córdoba muy lindo. ¡Pude conocer al bebé de Nano! No sabes lo que es, te lo queres comer.

—Mi amor, me imagino. ¿En qué parte me dijiste que estuviste?

—En Nueva Córdoba.

—¿Y qué onda? ¿Lo viste, no?

—Obvio, imposible no hacerlo.

—¿Y...?

—Ay, sí. —largué los cubiertos y me tapé la cara con ambas manos. —¡Pasó!

—¿¡Te lo cogiste!?

—¡No! Solo me lo chapé algunas veces. —corrí la mirada al sentir su mirada acusadora. —Bueno, unas cuantas.

—¿Pero van a estar así toda la vida? Se ven, pasa algo, después no se hablan. Se vuelven a ver, vuelve a pasar algo, después no se vuelven a hablar...

—Yo no quiero volver con él, eso lo tengo clarísimo—aseguré. —Pero lo tengo enfrente y pf, me mueve todo el piso. No sé, siento que me va a gustar siempre y nunca voy a poder avanzar.

[...]

Paulo

Había vuelto a Italia solo con mi mamá. Mis hermanos, sobrinos y amigos vendrían en algunos de estos días, cuando yo ya esté en Nueva York. Total les tenía la confianza suficiente como para que se instalaran por si solos.

Hace un rato terminamos de cenar, por lo que ella volvió rápidamente a su departamento debido a que todavía estaba cansada por el vuelo y el cambio de horario. Yo estaba en el mío, tranquilo, sin mucho que hacer.

Irresponsables | Paulo Dybala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora