Sin darnos cuenta, con Camila habíamos pasado todo el día afuera. Fuimos a lo de Belén después de la facultad y nos colgamos hablando ahí, además no teníamos mucha noción de la hora debido a que los días se alargaban cada vez más.
Por esa razón recién llegábamos a nuestra casa.
—¿Me estas escuchando?
—¿Eh? —levanté la vista del teléfono y le presté atención.
—Te estaba preguntando si a la noche cocinábamos nosotras o pedíamos algo. —cerró la heladera. —Si cocinamos, vamos a tener que salir a comprar.
—Ah, pidamos algo nomás.
—¿En qué mundo estabas que no me escuchabas?
—Adivina quién me habló.
—Así que era eso..
—¡Dale!
—No sé. —se quedó pensando. —No te estabas hablando con nadie, ¿o sí? No me dijiste nada.
—No, me habló de la nada.
—Ah, no. Entonces no tengo idea. —se dio por vencida. —¿Quién?
—Marcone.
—¿¡Quéeeeeeeeeee!?
—¡Te juro!
—¿Qué te dijo?
—Nada del otro mundo, el típico Hola cómo estas.
—¿Y se la seguiste?
—Obvio.
—¿Cómo que obvio? Pensé que no ibas a insistir más después de lo que pasó en México.
—Igual no me chamuyó ni nada eso, pero si me llega a decir algo tampoco se la pienso hacer tan fácil.
Las ganas de mi parte todavía estaban y era tonto negarlo, lo que no significaba que iba a tener el sí fácil si llegara a insinuarse.
—Nunca se me pasó por la cabeza que me hablabas de él. Pensé que era un ortiva por lo que me contaste esa vez, como dijo Dolo.
—Yo tampoco pensé que iba a hablarme. Se ve tan.. no sé, correcto y reservado. Y yo soy todo un despelote.
—Sí, la verdad que nada que ver con la mayoría de los jugadores.
—Y por eso me gusta.. ¡físicamente hablando! —aclaré rápido después de que me mirara con cara rara.
—Uf, me asusté. —se puso una mano en el pecho dramáticamente. —¿Vendrá a fin de año como Martín?
—No sé, supongo.
—Decile a Martín que lo invite.
Él solía pasar primero por Buenos Aires antes de irse a Montevideo a pasar las fiestas y siempre salíamos los tres junto con los amigos de él, Tomás y Sol.
—¡No! No me voy a volver a arrastrar por él. Che, mejor salgamos a comer.
[...]
Paulo
—Nos vamos a Florencia al final. —le comenté a Dolores, la cual estaba sentada al lado de mi novia.
Habíamos elegido ese lugar porque todos coincidíamos en que todavía no lo conocíamos, además no estaba tan lejos y eso era una gran ventaja en cuanto al viaje.
—Ay, re lindo. ¿Cuándo?
—A fines de noviembre.
—¿Vos cuándo te ibas? —preguntó Antonella.
—Principios de diciembre.
—Ah.. la vas a pasar re bien seguro.
—Sí, ya quiero estar ahí. —terminó de hablar y se centró en su celular.
Si bien mi sobrina tenía una buena relación con ella, no era el nivel de confianza que tenía con mi ex. Y me gustaría que su relación fluyera con un poco más de facilidad porque a veces se generaban silencios incómodos y yo no sabía con qué salir para que la conversación saliera a flote.
No sabría cómo plantear el tema y tampoco quería forzarlas a hacer algo que no les nacía por sí mismas, así que no le diría ni pediría nada a ninguna de las dos.
—¿En qué vas?
Me miró incrédula, sin que la otra se diera cuenta.
—En avión.
—¿Te vas directamente desde acá?
Pensaba que lo preguntaba por alguna razón en particular y no de buena fe, por eso me miraba de la misma forma con sonrisa de por medio.
—Sí, Paulo.
—¿Vas a pasar las fiestas acá, Dolo?
—Todavía no sé.
—¿No habías dicho que te quedabas acá? —me metí en su conversación.
—Capaz cambié de opinión.
[...]
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