IV

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Lo que mis ojos veían era simplemente algo asombroso.

En el infinito cielo azul oscuro se encontraban volando infinidades de esas criaturas, sus alas eran enormes, con solo verlos sentía los bellos de mi piel erizarse. Miré hacia abajo de dónde volaban estos, allí había Miles de enormes árboles arrimados unos con otros. Al entrar en ese lugar, miré hacia arriba, las hojas de los árboles eran enormes y cubrían el cielo, no obstante, eso no impedía verlo. No había casi nadie fuera, pero me fijé en que los troncos de los árboles eran gruesos, que tenían puertas y ventanas, por lo tanto, deduje que dragones vivían dentro de estos.

Era un mundo totalmente irreal.

Volví a intentar liberarme de las cuerdas que tenían prisioneras mis muñecas, estás ya estaban lastimadas y ardían.

—Baek, por favor, te estás lastimando —la voz de Luhan salió baja.

A diferencia de mí, él tenía sus muñecas libres.

Le di una mala mirada.

Si él no hubiera cruzado el río, no estaríamos aquí. Ya no importaba, me quedaría aquí hasta quien sabe, si es que a estos monstruos se les da la ganas de dejarme libre y no comerme. Mi madre ya debe haberse percatado de mi ausencia, seguro ya hizo un escándalo y deben estar buscándome por todas partes.

—Lo siento —dijo Luhan, al ver qué yo no le había contestado.

—Si me hubiera imaginado que esto terminaría así... —preferí callarme.

Estaba enojado y no quería desquitarme con él.

Las puertas de un enorme castillo se abrieron, era el único lugar que no se hallaba dentro de un árbol. Era tenebroso, oscuro, no había velas, por ende, se me dificultó caminar porque no veía nada. Un escalofrío me recorrió la columna y mis dedos empezaron a sudar. No se escuchaba ruido, excepto el de nuestros pasos. Cuando entramos en un pasillo fue que pude ver algo, todo gracias a un enorme ventanal que quedaba al fondo de este, pero lo que divisé al girar en una esquina no fue nada agradable.

El hombre de ojos rojos iba al frente, cuando me di cuenta, ya no había nadie más. Solo estábamos él y yo.

Mis pensamientos estallaron. ¿Iba a comerme? ¿Iba a acabar con mi vida? ¿Me iban a encerrar en esa celda y esperarían la hora de la cena?

—Entra...

El hombre de ojos rojos me observó, señaló con su cabeza la celda, le di un vistazo e hice una mueca.

—¿Ahí? —pregunté como si no hubiera escuchado bien.

Jamás me habían encerrado en una celda, además, no estaba dispuesto a obedecer.

—Sí, apresúrate.

Tenía unas orejas grandes al igual que sus ojos, sin embargo, lo que más llamó mi atención es que su cabello no era del mismo color que sus pupilas. El niño y el otro hombre si los tenían así.

Este rey era delgado y bastante alto, de carácter frío, pero a la vez parecía ser muy compasivo.

Como lo fue al no matarme para no ensuciar sus manos con mi sucia sangre.

En Los Ojos Del Dragón || ChanBaek.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora