XIX

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Sentí náuseas.

No era un beso.

Jongin simplemente había pegado sus labios a los míos, pero eso bastó para que mis pensamientos estallaran y fueran un caos.

Con todas las fuerzas que pude reunir, levanté mis brazos y empujé a Kai lejos de mí.

Me sentí sucio, asqueado.

¿Qué iban a pensar mis padres? ¿Mi hermano y mi hermana? ¿Qué iban a pensar los dioses que observaban todo lo que hay en este mundo?

Yo iba a ser castigado.

¿Dónde estaba mi honor?

Los dioses tenían que perdonarme. Yo ni siquiera sabía que esa bestia iba a cometer tal repugnante acto.

—¿Qué cree que hace?

Pregunté aún desorientado.

—No sé —respondió sin mirarme, se mantuvo viendo algún punto del suelo, acobardándose—. Olvida que hice eso.

—¿¡Olvidar!? —exclamé furioso, quería acercarme a él y matarlo a golpes—¡Ha manchado mi honor, mi honra y mi dignidad!

—¿Qué? —preguntó alzando su mirada, se encontraba confundido—. Es solo un beso.

—¡Entre dos hombres.

—¿Qué hay de malo en eso?

Abrí mis ojos, me encontré indignado.

¿En serio me preguntó eso? ¿Cómo podía actuar tan tranquilo?

—Es repugnante.

—¿Por qué? ¿Qué clases de reglas tienen en tu reino? —inquirió esta vez sonriendo de lado—. Estás aún de este lado, aquí nadie te va a juzgar. En este reino no importa si la persona que amas es a una mujer, a un hombre o a ti mismo. Nadie va a juzgarte por amar.

—Y-yo no... —Quería gritarle a la cara, pero me contuve—. No debiste hacer eso, no lo vuelvas a hacer... Has cruzado la línea. No puedes ir por ahí obligando a las personas a seguir tus reglas.

Kai se quedó allí, no dijo nada y yo caminé pasando de él para dirigirme a ese puente. Quería irme de aquí.

Corrí por ese puente sin temor a que pueda derrumbarse, me dio algo de miedo pensar que esa bestia podía seguirme. Bajé a toda prisa tratando de tranquilizarme; sin embargo, empezaba a tener arcadas. Cuando estuve de pie frente al río, fue que vomité.

Me sentí mareado, extraño y confundido.

Me senté sobre el suelo, no me importó ensuciar la ropa que llevaba, no me importó nada, mis ojos ardían y empezaban a empañarse.

Si mi padre llegaba a enterarse de esto. Me miraría con asco, no podría soportar esa mirada acusadora. Podía asegurar que me diría que en el fondo él sabía que yo era un hombre repugnante. Por eso mi hermano siempre ha sido el mejor. 

No puedo volver. No puedo volver.

Siento que no pertenezco a ni un lado. Ni aquí ni allá.

Después de un par de horas en las que traté de tranquilizarme. En las que me convencí de que no fui yo, que lo alejé y que no sentí nada al respecto. Que olvidaría eso y no regresaría a ese lugar. Fue entonces que me puse de pie para volver a mi hogar.

Iba a seguir cada regla, no me importaba. No iba a desobedecer. Me quedaría encerrado de por vida si es posible. No volvería a poner un pie fuera del castillo.

Caminé por las calles, la gente me miraba, me reconocía porque en el saco llevaba el emblema del reino. Sus murmullos eran poco disimulados, sentía que murmuraban cerca de mi oído.

En Los Ojos Del Dragón || ChanBaek.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora