Estados Unidos de América
Tiempo paralelo a la vida de nuestros amigos.
Stockbridge, Massachusetts
...
El día había sido agotador. Apenas acababa de llegar a casa después de una larga jornada de trabajo en una fábrica, desempeñando tareas mecánicas y pesadas. Sufriendo calor pasándose las horas frente a grades prensas de frenos para coches, pero a fin de cuentas saldando los meses sin deber nada a nadie.
Con el trabajo a él ya no le importaba nada más que poder conseguirse una buena jubilación, la cuál deseaba cada vez con más fuerza y menos esperanza. Su cuerpo estaba cansado, aunque pese a sus maduros años todavía no cultivaba canas en exceso. La abundante cabellera aún se percibía más añil que gris, y la abrumadora altura que en su juventud le había acompañado seguía impresionando pese haber perdido vigor. Lo que había cambiado en él eran las profundidades de su nítida mirada azul, balcón directo hacia un mar de infinita tristeza, acrecentada todavía más desde hacía unos pocos meses.
Sí, su cuerpo se dolía de agotamiento, pero más aún su mente. El sueño americano siempre había sido un espejismo para ellos. Hacía años que las tierras de su Europa natal quedaban lejos, por mucho que su mente viajara allí sin reposo. Día tras día. Año tras año. Dolor tras derrota.
Ahora, la casa que él había adquirido a base de trabajo duro y anónimo en muchos lugares distintos, se le antojaba enorme sin su presencia. El vacío que le recibía apenas era llenado con la presencia de un gato aparecido por la solidaridad del abandono de alguien quizás tan ruinoso como se sentía él mismo.
Él siempre había luchado para mantenerse fuerte de espíritu y cuerpo, pero ya hacía meses que había llegado el día en que ya no pudo ser tan consistente como se había propuesto en una juventud lejana y extinta.
Ya no...
El otoño se estaba presentando firme, robando las horas de luz con una seguridad envidiable. Tiñendo de preciosos ocres y marrones el trayecto que un día más allí, lejos de todo, se detenía. Como cada tarde, el bus le acercaría a ella. Cenaría con ella en la residencia hospitalaria donde ahora permanecía cuidada día y noche. Intentaría hablar, mantener una conversación cuerda, recordándose sin cesar que en alguna ocasión todavía vivía esta suerte, aunque cada vez con menos frecuencia.
Quizás era mejor así. Olvidar su vida entera, hablar de trivialidades...cuidarla lo mejor que aún pudiera.
Esa tarde no le traía nada. Ya no tenía sentido comprar bombones que apenas eran probados, o flores que acababan adornando la recepción del recinto hospitalario. Ya nada tenía sentido para él, solo ella: su amor, su vida y su condena.
Los pasos le acercaron a la puerta principal, y como siempre necesitó armarse con el aliento de una profunda inspiración antes de entrar.
- Buenas tardes, señor Samaras.- La joven sonrisa que le ofreció la bienvenida era agradecida y sincera. Incluso esperada y urgida antes de afrontar su marchita visión.
- Buenas tardes, Lisa...¿Cómo ha pasado el día? ¿Cómo está hoy?
No era interés hacia el estado de ánimo de esa joven enfermera con toda la vida por delante, la cuál aún tenía sueños que le ayudaban a portar la alegría como estandarte, aunque a veces sus palabras también se acordaran de ella, y de todas las compañeras y compañeros que le ayudaban a él a sentirse menos malvado. Simplemente humano.
- Siento decirle que...que hoy no es un buen día. Pero estoy convencida que cuando le vea se alegrará de saberle a su lado.
Hoy no es un buen día...
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Duelo Legal IV: Justos por Pecadores
FanfictionCuarta parte de la serie "Duelo Legal"