Pasar por el aseo de caballeros apremiaba antes de irrumpir en la sala de prensa.
Era de imperiosa necesidad mirarse. El jocoso comentario de Dohko le había sumido en una vergüenza desconocida, y no podía presentarse ante las cámaras de los medios informativos del país entero sin comprobar cuán deplorable llegaba a ser su aspecto, destinado a viajar mediáticamente fuera de las restricciones de cualquier frontera.
- Mierda...
Ahora entendía porque el juez Dohko le había pedido no regalarle más sustos, si él mismo se espantó al verse: el cabello se desparramaba sobre sus hombros con total libertad, mostrándose en su forma más anárquica y caótica...y sólo le diferenciaba de Kanon el pequeño detalle de llevar puestas sus gafas. Se horrorizó aún más al darse cuenta que el nudo de la corbata lo había llevado un pelín torcido y que no se había abrochado el botón del cuello de la camisa.
- Qué desastre, por favor...
Se quitó las gafas y las dejó sobre el mármol del lavamanos. Se despojó de la americana y la colgó en el perchero de la puerta del wc que tenía más cerca. Se arremangó las mangas de la camisa y se llevó ambas manos a la cabeza con el intento de imprimir en sus dedos la destreza de un peine.
En vano.
Por mucho que lo intentara sólo conseguía darse tirones en los cabellos y ponerse más nervioso, maldiciéndose por haber aparcado frente al edificio de los juzgados y no en su plaza de párking privada e intransferible, ubicada bajo ellos. En el maletero del coche siempre llevaba el neceser con productos de higiene personal, pero...¿cómo iba a atravesar todo el acceso al edificio sorteando a los periodistas no acreditados? Si tan sólo hubiese dejado de lado la ególatra manía de lucirse en su teatro...
"Si tan sólo" era una mera hipótesis que no se ceñía a su desnuda realidad y, le gustara o no, no podía demorar más su comparecencia ante los medios informativos del país y parte del extranjero.
Fuese con el aspecto que fuese.
Se mojó las manos y trató de usar dedos a modo de peine otra vez, humedeciendo los cabellos a su paso para poder intentar algún tipo de doma pasajera. El siguiente paso fue abrocharse el botón superior de la camisa, alzarse y el cuello de la misma y ajustar bien el nudo de la corbata bordeaux. Con la parte superior bien asentada fue el turno de bajarse las mangas, abotonar los puños en la muñeca y recuperar la americana que completaba el traje gris oscuro. El último eslabón de todo este ritual consistió en comprobar que todo el perímetro inferior de la camisa estuviera dentro de los pantalones y centrar perfectamente la hebilla de su imprescindible cinturón.
Al erguirse ante el espejo comprobó que todos los detalles que estaba en su mano controlar fueran fieles a su idea de perfección, y acabó pasándose otra vez las manos por la melena, juntándola toda en la nuca como si fuera a sujetarla y luego la soltó, dibujando una mueca de desaprobación cuando vio que esa abundante mata de cabello volvía a enmarcarle el rostro con una natural exquisitez que él no sabía apreciar.
- Bueno...vamos allá...
Recuperó las gafas, pero en vez de colocárselas optó por guardarlas en el bolsillo interno de su americana. Tomó el maletín que había dejado en el suelo e inspiró valor para afrontar una sala conocida, llena de hienas informativas hambrientas del mejor titular del día.
El fuerte runrún de voces se podía escuchar desde fuera, y cuando tomó el camino para acceder al atril fue interceptado por la jefa de prensa de los juzgados, quien le entregó un papel con el nombre de los periodistas y sus correspondientes medios de información acreditados para la rueda de prensa, así como el orden establecido de intervención.
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Duelo Legal IV: Justos por Pecadores
أدب الهواةCuarta parte de la serie "Duelo Legal"