7. Los hombres tras las máscaras

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Thanatos desgranó su historia con la calma y tranquilidad que le otorgaba ser poseedor de un tiempo que para él se dilataba. Habló escuetamente de su juventud, tomando los atajos que inconscientemente le condujeron hacia ella, la luz de sus ojos, la lejana e inalcanzable estrella nacida de su propia sangre. Recordó en voz alta algunas escenas de escasa relevancia ante un tribunal justiciero, pero no importaba...Kanon le había invitado a conversar, y extrañamente se sentía bien haciéndolo.

Pese al dolor que de tanto en tanto se asentaba en algunas palabras en instantes. Pese a la tristeza que se imprimía en los nombres de sus dos amadas.

Kanon sencillamente escuchó. No presionó cuando la voz de Thane parecía querer apagarse. No intentó reconducir unos recuerdos que no pertenecían a nadie más que a quién se sinceraba con él en una proximidad que incluso pudo intuir cálida. Se había cruzado de brazos sin darse cuenta, y durante un incontable espacio de tiempo había permanecido inmóvil, en silencio y con su mirada fija sobre las facciones de aquél hombre que durante toda su vida había estado cumpliendo condenas que no merecía.

De tanto en tanto Thane se sentía con fuerzas de desviar la mirada de las profundidades de sus recuerdos más amables, topándose con la exclusiva atención que le profería su abogado, convertido en un extraño amigo en quién confiar los desvaríos más ultrajados. No hubo ninguna lágrima que escapara de la propia cárcel de esa mirada apagada, pero un intenso brillo se había asentado en ella para reflejarle una vida que en otra era, otros tiempos, quizás hubiera florecido.

- No fui un buen hombre, Kanon...- Thane se estrujaba las manos, enlazadas sobre la usada mesa, cuando decidió omitir el relato de la última vez que vio a Pandora con vida, evitando afrontar la mirada de su abogado, la cuál seguía sintiendo fija sobre él.- Quizás es justo que me halle otra vez privado de libertad.

- Nadie llega al final del camino siendo un santo, Thane.

- Me enamoré de la mujer equivocada. Arriesgué aún sabiendo que no era correcto lo que hacía. Jugué con un fuego en el que ella...Violet...también deseaba quemarse. Y ambos fuimos castigados por los caprichos de un azar que nos unió en un tiempo erróneo y desubicado. Yo fui sentenciado con la lacra de la locura, y ella...ella ardió en su propio pecado.

- No elegimos de quién nos enamoramos, o éso dicen los poetas...Sucede y punto.- Kanon descruzó los brazos para estirarlos levemente, con la intención de desentumecerlos, bajo la pierna que seguía manteniendo apoyada cerca de la rodilla opuesta y acto seguido empujó la silla que le recibía ayudándose de su propio peso, acabando más cerca de la mesa dónde también dejó que se apoyaran sus antebrazos.- Y sabes mejor que yo que no fueron los caprichos del azar los que acabaron con vuestra felicidad. Fue la repugnante amargura de un ser despreciable. Y aquí también podría incluir a mi padre. No fue justo contigo.- Le recordó Kanon, apuntándole con el mechero que había rescatado de su olvido y el cuál ahora se entretenía entre sus dedos.

- Tú mismo has dicho que nadie llega vestido de blanco al final de su camino.- Rebatió Thanatos, con una calma y serenidad que se alejaba mucho de la ira y el resentimiento que les presentaron a ambos.- Sé que no recibí un juicio justo. Sé que tu padre no pudo obtener lo que realmente quería, debiendo conformarse con verme rodeado de enfermos mentales...Y ahora, después de tener más tiempo del necesario para pensar, veo que tu famoso padre, el infalible Aspros Samaras, era un hombre tan humano como tú y como yo, y en consecuencia, galardonado también con el don de la equivocación y la vulnerabilidad.

- ¡Parece que ahora le defiendas! ¡Fue él quién dio veracidad a todas las mentiras que te rebajaron a las cloacas de los charlatanes y estafadores! - Exclamó Kanon, hallándose tremendamente sorprendido en este cambio de tornas en las impresiones del médium.

Duelo Legal IV: Justos por PecadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora