Esa pasada noche apenas había podido conciliar más de diez minutos seguidos de sueño. La visita de Kanon y las revelaciones que llegaron con el que había sido su abogado le azotaron el alma. Si algo había anhelado Thane con la misma intensidad que poder vivir en libertad, era que el joven Bennu apareciera sano y salvo en algún lugar, y que también rehiciera su vida con la mayor dignidad posible, a su lado si así lo deseaba o lejos de esa ciudad que le había destripado todas las esperanzas.
El paso del tiempo y la bondad que se ocultaba en sus respectivos corazones lograron que ambos se reconocieran como familia. Una familia cuyo amor y unión eran más fuertes y sinceros que los lazos que podía ofrecer la misma sangre. Thane llegó a querer a Bennu como el hijo que nunca tuvo. Bennu halló en Thane al padre y escudo que necesitaba para vadear el dolor que le ocasionaba el simple hecho de vivir.
Y ahora Bennu se encontraba preso, en el mismo centro penitenciario del cual él mismo había salido libre de todos los cargos tres días atrás.
Preso y declarándose culpable de todos los delitos imputados.
Preso y rechazando la defensa legal que todo ser humano tiene derecho a pedir.
Thane ignoraba si podrían dejar verle, pero no le importaba. Avanzó con decisión hacia su coche, y al poner el motor en marcha sintió cómo el corazón comenzaba a desbocársele. Su desasosiego interno estaba provocando que todas las voces que acostumbraba a escuchar en su mente se agitaran y enturbiaran sus sentidos, hasta el punto de necesitar agarrarse al volante con ambas manos, cerrar los ojos, inspirar lo más hondo posible y bajar el telón que las mantendría fuera de toda actuación. En ese duro instante le urgía más permanecer en un sólido estado de lucidez mental que permitir que los efectos de su don acudieran a negociarle las emociones con la razón. Cuando finalmente se supo listo, enganchó la primera marcha y puso rumbo a su destino.
Un destino demasiado conocido.
La sensación al llegar fue extraña. El funcionario que le guardó las pertenencias y comprobó su identidad fue el mismo que le validó la libertad decretada por el Juez Dohko. El saludo del otro que le acompañó a la zona de visitas se le antojó incluso amable, y el olor a lejía y desinfectante que desprendía cada rincón de ese centro se le filtró implacable por cada poro de su piel, recordándole demasiadas años gastados sin nombre. Y aunque conocido, el seco sonido del cierre automático de la reja de seguridad a sus espaldas le achicó el estómago todavía un poco más.
Para su sorpresa, la petición de visita fue aceptada sin problema alguno, sin embargo, el nombre que pronunció Thane dibujó una clara expresión de extrañeza sobre el rostro del funcionario que la gestionó. La historia que pesaba sobre sus hombros era más que conocida ahí dentro, y el hecho que su famoso y rico hermano gemelo acabara de ingresar en la parte de alta seguridad no dejaba de ser el tema de tertulia entre reclusos y funcionarios.
El desagradable olor a productos de limpieza baratos era aún más intenso en la zona de visitas, contrastando con la pátina de suciedad que había impresa sobre los cristales que separaban presos de visitantes, los cuales se presentaban repletos de huellas de manos y marcas de besos con regusto amargo.
Thane tomó asiento en una silla de patas metálicas con la pintura medio cascarillada y con asiento y respaldo de madera chapada, muy similares a las sillas antiguas de colegio. No había teléfono para poder hablar, pero sí que el cristal tenía una zona perforada que permitía la circulación de la voz. Se fijó en la superficie donde él podía apoyar los brazos, en las zonas gastadas por infinitas visitas, en el vacío que aún había frente a él, en la velocidad que iba alcanzando el latir de su corazón. Entrelazó las manos y las dejó descansar ahí en medio, donde miles de manos seguramente había hecho lo mismo antes que él. Cruzó los pies a modo de evitar que el nerviosismo tomara el control de sus piernas, pero tampoco estaba cómodo. Thane no estaba cómodo de ninguna manera, pero estas estériles formas de ocupar un tiempo doloroso se esfumaron tan pronto le vieron aparecer a él.