Piso de Saga
A Defteros no le pasaban las horas.
Saga le había dejado claro que podía disponer con absoluta libertad de cada rincón de su amplio y lujoso ático, pero al mayor de la familia Samaras, tanta libertad de acción le asfixiaba.
Ese espacio no era suyo. No deseaba traspasar ningún límite haciendo uso de una curiosidad que todavía anidaba en su corazón. Y menos aún albergaba ninguna intención de invadir zonas o espacios dónde su presencia, o su simple mirada, quizás no estaba invitada. Tenía clarísimo que bajo ningún concepto cruzaría el umbral que guardaba la dimensión más íntima y privada de su sobrino mayor, pero aún así no acababa de sentirse a gusto con el resto de libertad de la que disponía.
Su primera decisión de la manaña fue bajar a buscar algún supermercado donde adquirir todos los productos necesarios para preparar la cena que había prometido. Segundos de estúpidas dudas le costó abrir los armarios de la cocina para comprobar qué clase de ingredientes ya estaban ahí y discernir los que le haría falta comprar. No se llevó ninguna sorpresa al corroborar sus sospechas más básicas, hallando la alacena perfectamente equipada con lo más esencial de su amada cocina mediterránea; aceite de oliva, sal, azúcar, todas las clases de pimientas habidas y por haber, un sinfín de botecitos repletos de más especias que conocía, y muchas otras que deducía típicas de otro estilo de cocina, bastante alejado de los gustos a los que estaba acostumbrado su paladar.
El orden que residía en la cocina era impecable, y allí no sabía a quién adjudicar dicho mérito. Saga se le antojaba un muchacho ordenado y pulcro, del mismo modo que atisbaba la reservada personalidad del compañero de vida de su sobrino como aficionada al mismo orden y coherencia en cada detalle que conformaba su vida. La buena presentación de la alacena podía ser fruto del buen proceder de cualquiera de los dos, pero la vasta presencia de ingredientes que se le ofrecían lejanos y exóticos acabó de dibujarle la realidad que reinaba en ese espacio de creación: quién más horas pasaba allí no era Saga, sino Shaka, quién parecía permanecer más o menos fiel a la cocina que seguramente había degustado, asimilado y aprehendido durante su infancia y quizás también en su adolescencia.
Con todas las puertas de las varias alacenas abiertas, Defteros se acercó al frigorífico y arrancó un post-it de un pequeño manojo que estaba adherido a la superficie gracias a la acción de un imán. Al lado, otro imán sujetaba un bolígrafo, y tomándolo prestado un segundo anotó todo lo que le hacía falta comprar, descartando los ingredientes básicos y algún que otro vegetal que había avistado dentro de la misma nevera. Después de encajar el bolígrafo en el soporte adherido al frigorífico, dio por concluida la lista y decidió bajar para proceder con su compra.
Apenas una hora, quizás un poco más, duró la excursión de Defteros por unas calles que ni la distancia ni el tiempo habían conseguido borrar de su memoria. Cierto es que podría haber aprovechado para pasear, entrar en alguna cafetería o simplemente divagar por sus recuerdos con anhelos de actualizarlos, pero no pudo. La decadencia que le mostraba la ciudad le dolía en el alma. Los contrastes entre el lujo y las consecuencias de una crisis económica de difícil superación eran demasiado crudos para regocijarse en ellos. Él jamás había dejado de amar su ciudad, y verla vapuleada de esa forma le hería más de lo que su mente había previsto. De lo que sí disfrutó, innegablemente, fue de poder hacer uso de su marcado acento ateniense para desenvolverse como un ciudadano más, pero al fin y al cabo, regresar pronto al piso de Saga le ofreció una extraña seguridad que no dejaba de saborear un poco amarga. Entre esas paredes se olía el aroma del éxito y el lujo, muy distante al hedor de la realidad que se paseaba con resignación por las transitadas calles que se desplegaban a su alrededor. Pero no podía culpar a su sobrino de vivir rodeado de confort. Estaba convencido que se lo había ganado a pulso, y contra ello no había nada que alegar.
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Duelo Legal IV: Justos por Pecadores
FanfictionCuarta parte de la serie "Duelo Legal"