La razón de ser

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Narrador omnisciente:

Mina se sorprendió al ver que se parqueaban justo en frente de su casa, confundida bajó del auto siendo seguida por su padre quien parecía demasiado tranquilo con ella. No le había dicho ni una palabra en el camino hasta ese lugar, lo que era bastante extraño viniendo de Myoui Akira. Mina se quedó parada sin hacer nada mirando a su padre, el hombre no la miró, este seguía expectante de quien saldría por la puerta lo que hizo que Mina mirara también a esa dirección. Cuando la puerta se abrió pudo ver a Shuhua saliendo con un hombre y una mujer de unos cincuenta años, la taiwanesa lloraba en silencio mientras sus padres la seguían con cara seria.

—Hasta que llegaste, Akira. ¿Dónde carajos está tu hija? La quiero ver antes de estrangularla con mis propias manos—Aquellas palabras alarmaron a Mina, la chica retrocedió con el ceño fruncido sin saber de qué se trataba eso.

Akira rio sin muchas ganas y se acercó a Mina tomándola del brazo con suficiente fuerza para que no escapara. El señor Yeh puso sus ojos en Mina, si las miradas mataran de seguro la alfa estaría tres metros bajo tierra en esos momentos.

—Vamos a calmarnos un poco, Shui. Sé que debes estar molesto, pero sigue siendo mi hija...¿Acaso no es suficiente para que no la maltrates?—Habló Akira con tranquilidad.

Shui apretó la mandíbula y se cruzó de brazos. Mina estaba lo suficientemente nerviosa para preguntar qué ocurría, su cuerpo temblaba sin razón aparente y el llanto de Shuhua era de todo menos tranquilizador.

—Perdóname, Akira. La verdad no todos los días te cuentan que tu hija está embarazada.

La japonesa se tensó en su lugar. Akira la miró de reojo sin expresión mientras su agarre se volvía más fuerte, la respiración de la pelinegra se volvió más pesada con sus ojos buscando rapidamente los de Shuhua, pero esta tenía su rostro escondido en el pecho de su madre. ¿Shuhua embarazada? Ella juraba haberse cuidado ya que era muy responsable con ese tipo de cosas.

—Shuhua...Dime que no es verdad—Mina se zafó de su padre y corrió hacia la castaña, pero la gran palma del señor Yeh la detuvo tomándola por la camiseta.

Mina comenzó a llorar mientras el hombre le daba la peor de las miradas.

—¿Todavía te atreves a llorar, eh? Que te quede claro que no te vas a escapar de esto. ¡Nadie toca a mi pequeña y sale intacto de eso!—Bramó con enojo.

Es un mal sueño. Esto no está ocurriendo. Akira sigue en Japón disfrutando de su amanerada vida y Shuhua está en casa sin ser tocada por mi...Se intentó convencer pero todo parecía demasiado claro para podérselo creer.

—Y yo no permitiré que ella escape de la responsabilidad, señor Yeh. Le juro que ella trabajará duro en mis negocios para que a su pequeño cachorro no le falte nada—Sentenció el pelinegro alejando a Mina de las garras del enojado hombre.

La japonesa pensaba que en cualquier momento desfallecería. El peor error de su vida había sido pasar el celo con Shuhua, tal vez ella estaba en sus días más fertiles y el condón perdió sus propiedades...O tal vez ella también estaba en su celo. De cualquier forma era una pesadilla de la cual quería escapar.

—Hoy mismo viajará a Taiwán a casarse con mi hija. No me importa si tengo que escarbar un notario para que lo haga efectivo, pero tú no vas a escapar de esto—Apuntó Yeh Shui, comenzó a caminar hacia su auto seguido de su mujer y su hija—. Y que sepas, Akira, que no seré tan complaciente porque sea tu hija. ¿Me escuchaste?

Y con eso se encerró en el asiento del conductor seguido de su mujer quien entró en la parte trasera con su hija. La japonesa se tambaleó, se sostuvo con fuerza del capó del auto de su padre con su cabeza daba vueltas. Hubo un silencio unos segundos hasta que Akira se paró justo en frente de ella.

—Nos criticaste fuertemente a tu hermano y a mi por ser buenos alfas, dominantes y territoriales, aplicados con nuestras tradiciones, pero terminaste siendo igual, Mina. ¿De qué sirve creerte diferente cuando tienes un celo como todos nosotros?—Su mano guantada cayó en el hombro de la japonesa pesadamente—. Olvídate de esa empresaria. No valdrá la pena que sigas pensando en ella cuando ya tienes una omega contigo.

Sin decir más el hombre entró en la parte trasera del auto donde lo estaban esperando sus guardaespaldas y sin esperar a que Mina reaccionara, el auto se fue.

La situación era mala. Muy mala. Mina se dejó caer de rodillas contra el pavimento donde se echó a llorar sin siquiera pensar en el calor de la mañana que emanaba de este. ¿Ese era el fin? ¿Realmente tendría que casarse con Shuhua y renunciar al amor de Nayeon? Estaba jodida. ¡Si tan solo hubiera rechazado a Shuhua cuando se ofreció de calmar su celo! Pero era tan idiota que había pensado más por sus instintos carnales que por cualquier otra cosa. Estuvo llorando contra el pavimento unos cuantos minutos hasta que unas manos la intentaron levantar sin éxito.

—¿Quieres quemar tu cara de muñeca con el pavimento por una cosa como esas?—La voz de Sana resonó contra sus omoplatos.

Mina apretó la mandíbula y miró con sus ojos rojizos a la japonesa.

—Mi vida está acabada—Murmuró sin ánimo.

Sana chasqueó la lengua y la miró con seriedad.

—¿Vas a creerte todo esas falacias? Por favor, te creía más inteligente.

Mina frunció el ceño confundida y se levantó de golpe sin quitar su mirada de la pelirrosa.

—¿De qué hablas?—Preguntó confundida.

Sana se enderezó y le extendió la mano.

—Ven conmigo.

Las cosas cada vez eran más extrañas para Mina. Aún así tomó la mano de la mujer quien la guió hasta su auto, una vez ahí arrancó sin decirle más palabras y la pelinegra estaba tan nerviosa que decidió no romper el silencio, ¿y si Nayeon se enteró? ¿Qué pasaría? ¿Estaría decepcionada?

Cuando menos lo pensó estaba en frente de la casa que conocía tan bien, Sana salió del auto primero y después ella. Ambas entraron a la casa hasta la sala donde Nayeon estaba sentada con los brazos cruzados mirándola con rencor y más allá había una figura masculina que no volteó hasta que Mina se quedó parada en silencio.

Cuando el hombre volteó sintió que volvería a desfallecer. Ya no era un niño, era un hombre pleno quien caminó hacia ella con una leve sonrisa.

—A que no esperabas verme a mi también, hermanita.

¿Qué carajos estaba pasando?

I want you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora