Metzli
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¿En qué estaba pensando? Debía estar lo suficientemente loca para haber aceptado la invitación del alfa Alexander. Mi hermano me mataría si supiera que había venido a la guarida de otra manada por voluntad propia.
Era una terrible idea. No. Era una estúpida idea, pero desde que había conocido al alfa mi vida se había convertido en una sucesión de malas ideas. Sin embargo, tenía que admitir que estar aquí se sentía agradable.
Todo el lugar olía a él, mezclado con el olor a leña y frutos secos. Era un popurrí de esencias. Encima de la chimenea, había fotografías de la manada esparcidas en una repisa. Pude reconocer a Dania, la hermana de Alexander. Sus rizos dorados caían sobre sus hombros y posaba alegre con otras hembras de su manada.
En la siguiente foto, había un grupo de machos, todos usaban el mismo uniforme deportivo. Había visto a algunos de ellos alrededor de la academia y aunque podía identificarlos, no conocía sus nombres.
En medio del grupo, vi una versión más pequeña de Alexander. A pesar de su altura, sus facciones aún no eran definidas, ni su complexión tan ancha como ahora. Podría ser una foto de su primer año en la academia. Debajo de sus ojos no había ojeras y su mirada era más ligera, sin el peso que conlleva ser el hijo de un alfa.
Alguien se aclaró la garganta y pegué un pequeño salto. Me di la media vuelta y encontré a Alexander viéndome atento, cargaba con tres libros entre las manos.
-Lo siento, no quería ser entrometida- No solía sentirme intimidada por nadie, pero había algo en estar debajo de su mirada y en su territorio que me hacía sentir vulnerable.
-No hay problema- Su voz sonó suave y armoniosa.
Me extendió los libros y di un paso adelante antes de tomarlos. Rocé mis dedos ligeramente con los suyos y no pude dejar pasar la manera en la que su toque cálido había hecho cosquillas donde había tocado mi piel.
-Gracias- Me limité a decir. Si él sintió lo mismo que yo no lo demostró.
Alexander asintió. Iba a hacer un comentario sobre regresar a mi residencia, cuando me interrumpió.
-¿Quieres algo de beber? ¿Agua?¿Un té?- Mi intención era decirle que no, ya había venido por lo que necesitaba así que tenía que regresar con mi manada, pero algo me impulsó a aceptar su ofrecimiento.
-Sí, un té estaría bien. Gracias- Odié sonar tan sumisa, tan vulnerable, pero no podía evitarlo al estar junto a él.
Alexander volvió a asentir antes de girar sobre sus pies y caminar en dirección a la cocina. Decidí tomar ese momento en soledad para poner en orden mis ideas.
¿Qué mierda estaba haciendo? ¿Qué era lo que quería conseguir aceptando su ofrecimiento? Una parte de mí sabía que lo hacía porque se sentía bien, se sentía jodidamente bien estar aquí con él, poder sentir su aroma y la forma en la que mi piel se enciende cuando me mira.
Podía ser la emoción de estar con un lobo tan ajeno a mí, a mi manada y mis costumbres. Todo de él me maravillaba. La forma en la que se movía con gracia al pelear, la manera en la que analizaba siempre una situación antes de actuar, no importaba qué tan peligrosa fuera.
Había visto de primera mano lo inteligente que era en las clases, lo seguro que sonaba al hablar y dar su opinión, capaz de defender sus ideales a costa de todo. Por mucho que me costaba admitir, me sentía atraída hacia el alfa Alexander.
Mierda.
Mierda.
Era la primera vez que lo admitía para mí misma. Sabía que algo pasaba dentro de mí desde el primer momento en que lo dejé ponerme una mano encima. Cuando lo dejé tocarme en el bosque hasta hacerme ver estrellas, sabía que mi piel ardía por la necesidad de él.

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Wolf Academy
Hombres LoboEn un mundo donde los hombres lobo han dejado su lado salvaje para regirse por su lado más racional, Metzli, la hija de un alfa perteneciente a una manada mexica, intenta abrirse paso. Sin embargo, cuando su manada se integra a una academia de lobos...